Verano en rojo de Berna González Harbour
Cuánta energía se podía perder en la tontería jerárquica, en no pisar callos, en desagraviar al agraviado, tras agraviarle sin querer...
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Verano en rojo de Berna González Harbour
Cuánta energía se podía perder en la tontería jerárquica, en no pisar callos, en desagraviar al agraviado, tras agraviarle sin querer...
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Verano en rojo de Berna González Harbour
¿Acaso alguien había decidido levantar el tapón del mundo y dejar que se fuese entero por la alcantarilla?
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Los ciervos llegan sin avisar de Berna González Harbour
He visto una señal con la imagen de un ciervo saltando y he recordado la frustración que esta siempre me provocó: posible presencia de ciervos durante los próximos tres kilómetros. Jamás vi ninguno en el perímetro aludido y siempre me pregunté: ¿Y por qué tres kilómetros? ¿Acaso no pueden echarse a correr un poco más y aparecer a los cinco, diez o veinte kilómetros? ¿Y por qué solo ciervos y no liebres o zorros, que sí me he cruzado?
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El sueño de la razón de Berna González Harbour
Los jefes de hoy decían siempre "historión", no exclusiva, ni reportaje, artículo, crónica o cualquiera de los géneros en que se manifestaba el periodismo. El vocabulario también se había empobrecido, todo se reducía a un historión o una mierda
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El sueño de la razón de Berna González Harbour
En tanta vida había habido de todo, y las etapas aciagas habían estado empapadas en bastante alcohol, cierta dejadez y un abandono general de lo que le afectara a él y su intimidad. Los demás no contaban en esas épocas. Y el trabajo siempre -y siempre es siempre- salía adelante, gracias a un sexto sentido que le permitía seguir a flote ante las fuentes y el teclado. Amén.
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El sueño de la razón de Berna González Harbour
Los periodistas de raza sabían bien que los departamentos de comunicación eran a la comunicación lo mismo que los ministerios del Amor y la Abundancia orwellianos al amor y la abundancia: una entelequia.
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El sueño de la razón de Berna González Harbour
Madrid es así. Puedes disfrazarte de Satanás, tirarte del balcón o menear unos bojes frente al Palacio Real sin que nadie cambie el paso. Para bien o para mal.
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Moby Dick, Herman Melville