La malnacida de Beatrice Salvioni
-A nadie le importa la sangre derramada por los muertos. Todo el mundo se ha olvidado de la última guerra y solo la mencionan cuando les conviene. Ahora hablan de la nueva, ¿no te das cuenta?
|
La malnacida de Beatrice Salvioni
-A nadie le importa la sangre derramada por los muertos. Todo el mundo se ha olvidado de la última guerra y solo la mencionan cuando les conviene. Ahora hablan de la nueva, ¿no te das cuenta?
|
La malnacida de Beatrice Salvioni
«Esta guerra solo sirve para que mueran un montón de buenos chicos y hacerse con un poco de arena. Los abisinios tienen razón. Somos nosotros quienes pretendemos meter las narices en casa ajena, porque eso hacen los fascistas: coger las cosas de los demás y repartirselas con sus amigos
|
La malnacida de Beatrice Salvioni
Solía decir que Colombo había rebuscado en los joyeros de los muertos para hacerse con todas aquellas medallas que fingía haber ganado en vete tú a saber qué batallas, pero que como mucho eran premios de feria o antiguallas de sus abuelos.
|
La malnacida de Beatrice Salvioni
El día de San Gerardo apretaba el calor insolente del mediodía, ese calor que en los días de fiesta separaba a las mujeres en dos grupos que se cuidaban mucho de mezclarse: las que podían permitirse guantes blancos y vestido de lunares, de seda ligera, con la falda justo por debajo de la rodilla, y las que solo tenían una prenda otoñal para las bodas y las comuniones, sea cual fuere la estación en que se celebraran.
|
La malnacida de Beatrice Salvioni
Mi madre me había instruido sobre cómo comportarme en la mesa, pero nunca me había reñido por una mala nota: me prefería bien educada a instruida.
|
La malnacida de Beatrice Salvioni
En su mundo solo había dos cosas seguras. La primera: lo que no lograban explicarse era obra de Dios o del demonio, según le ocurriera a una persona de bien o a un muerto de hambre. La otra: los hombres nunca tenían la culpa.
|
La malnacida de Beatrice Salvioni
— Pero te diré una cosa –prosiguió mi padre —: a medida que uno va creciendo aprende que a menudo trae cuenta no decir lo que realmente piensa. —¿Cómo se hace? —Guárdalo para ti. Custódialo. Incúbalo. Ahí puede estar a salvo. —¿Y dejará de quemar? Sonrió. Una sonrisa cansada. —Nunca. Eso nunca. |
|
La malnacida de Beatrice Salvioni
A medida que uno va creciendo aprende que a menudo trae cuenta no decir lo que realmente piensa.
|
La malnacida de Beatrice Salvioni
Las cosas buenas-respondió Donatella sin levantar la vista del plato-. Nunca duran bastante. -Parpadeó deprisa , le temblaba la voz-. Se van y solo dejan su sabor.
|
La malnacida de Beatrice Salvioni
Forcejear, dar puñetazos, desollarse las rodillas contra el fondo limoso y sentir el barro negro entre los dedos y pegado al pelo hizo de mí una criatura de carne y hueso. Estaba hecha de piel, sangre, moraduras y huesos puntiagudos. Y gritos. Estaba viva.
|
La malnacida de Beatrice Salvioni
Aquella energía antigua, animal, me transmitía una carga muy fuerte. Aunque no comprendía que la noticia de una guerra suscitara tanta alegría como si nos fuéramos de alegre veraneo, no podía evitar dejarme llevar por aquel ímpetu irrefrenable. Era bonito sentirse parte de algo, a pesar de que fuera caótico, vehemente y peligroso.
|
La malnacida de Beatrice Salvioni
Me escabullí entre las macetas de aspidistra con la tierra seca que mi madre se olvidaba de regar, porque a las cosas vivas era a las que menos atención prestaba.
|
La malnacida de Beatrice Salvioni
Siempre me había gustado la soledad, aunque a medida que crecía tomaba conciencia de que mi vida, en vez de aumentar de tamaño a la par que mi cuerpo, mi pecho y mis muslos, se hacía cada día más pequeña, cada vez más, hasta hacerme desaparecer.
|
Gregorio Samsa es un ...