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La protegida del lord de Andrea Milano
Hazel se marchó de las caballerizas y caminó por el sendero del jardín hasta detenerse en la pérgola. Se había levantado una suave brisa, pero no hacía frío. Observó las matas de coloridos pensamientos esparcidos alrededor de la pérgola y que se extendían más allá del sendero. Se agachó y arrancó un pequeño ramillete de color malva, se lo llevó al rostro y lo olió.
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