Como una sensación de naranja mecánica que se apodera de ti...
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Como una sensación de naranja mecánica que se apodera de ti...
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Novela compleja de Menéndez Salmón. El accidente de Andreas Lubitz, copiloto que estrelló un Airbus con 150 personas a bordo en 2013, sobrevuela la narración. Todo ocurre en un hipotético 2025. El protagonista principal, O'Hara, está a punto de cerrar una importante operación en China, que le va a proporcionar una suma millonaria. O'Hara que tiene todo y de todo dispone en un mundo de apariencias, vive fascinado con los accidentes. Tiene sueños en los que se ve asesinando a personas inocentes. La novela de Salmón, está influenciada por la época actual, cada vez más frenética pero carente de humanidad, donde el narcisismo y el nihilismo sin sentido predomina en la mayor parte de la sociedad. Una obra muy reflexiva en torno a la deshumanización del planeta.
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Tiene Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971) una mano excelente para la alegoría. Su última novela se titula 'Homo Lubitz' (Seix Barral), una historia con tintes de distopía que viaja por todo el planeta desde China para buscar un paisaje concreto plasmado en una fotografía. Y como telón de fondo latente, el horror ante la nada, ante la destrucción absurda a la que nos precipitamos sin remedio.
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"Homo Lubitz" no es fácil. Es un relato desconcertante, denso, que nos pone a los brazos de un ejecutivo de éxito que recibe un misterioso encargo. Desde entonces la novela es todo un misterio que va in crescendo y todo un enigma que se va a agrandando con el paso de los capítulos. Compleja novela donde las haya.
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Ricardo Menéndez Salmón publica una parábola filosófica sobre el sacrificio de la humanidad en el altar del progreso.
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Ricardo Menéndez Salmón vuelve a demostrar en ‘Horda’ su compromiso con la novela como interpelación a la sociedad.
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No voy a darle más vueltas al eterno debate de "casualidad" o "causalidad". Ni siquiera aludiré a esa teoría que tanto me gusta de que todo es cíclico. Me limitaré a reivindicar, una vez más, el poder de la palabra. El carácter sanador de llenar páginas y páginas con historias inventadas para continuar aquella que se nos quedó inconclusa. La palabra muestra al que quiere ver y oculta, en ocasiones, la profundidad de los sentimientos del que escribe. La palabra como refugio, como asidero. Una manera de regalarle a un niño la infancia que se le negó a través de uno de los hombres más famosos del mundo; ese ídolo del que conocemos su nacimiento y sus obras, pero no todo lo que hubo en medio. Ficcionar lo mil veces reinventado. Ponerle voz al hijo que se nos fue. Esconderse tras la palabra y aprender, muchos años después, que no puedes esconderte de la vida. Que ella te encontrará en una isla tranquila. Y que te devolverá la luz que creíste perder. 📚s muy difícil hablar de este libro. Las tres historias que lo componen se entrelazan de una manera tan sutil que apenas te das cuenta hasta que no has llegado al final. Y entonces te sorprende que, entre tanta atención, hayas entendido tan poco. Y lo vuelves a leer. + Leer más |
No entres dócilmente en esa noche quieta (2020) es una autobiografía alrededor de la figura crepuscular del padre. Es un tema recurrente en literatura, abordado de tantas maneras diferentes como el mosaico genético humano que somos. Esta vez, el relato carece totalmente de morbo y es más bien cerebral y metaliterario aunque conlleva un máximo de introspección que habrá servido de catarsis al escritor para acabar con su fase de duelo. Su formación en Filosofía le ha servido de catapulta para elevarse al éter de las interpretaciones metafísicas y darle universalidad al tema. El nivel de escritura es sobresaliente, desborda de palabras doctas que necesitan búsqueda y de figuras de retórica que denotan su especial apego a la rica y amplia lengua castellana. A mi no me gustan los títulos largos, imposibles de rememorar. Pero debo confesar que éste me pareció bonito y muy « musical ». Aprendí que emana de la primera estrofa de un poema de Dylan Thomas, escrito justamente cuando murió su padre…No entres dócilmente en esa Noche quieta./ La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día./ Rabia, rabia, contra la agonía de la luz… En el epígrafe de la obra, el escritor cita a Han Gan, un artista chino de 706-786 (dinastía Tang) que pintó un caballo de los establos imperiales y el animal empezó a cojear. Y se dieron cuenta entonces que Han Gan había olvidado de pintar uno de sus cascos (y agrega Ricardo Menéndez Salmón que deberíamos escribir libros que fueran capaces de « conjurar « la realidad). El autor sufre un choc emocional a los 11 años con el infarto cardíaco del padre de sólo 38 años. Se puede decir que este evento trágico le robó la despreocupación de la infancia, la ligereza y parte de la confianza en el futuro, además que todos los recuerdos anteriores al drama. Su hogar se transformó en hospital y su madre en enfermera permanente y él, en un patentado hipocondríaco. Desde ese momento el padre fue una imagen carente de dinamismo y de proyección hacia el futuro, además que cada día le recordaba la posibilidad de la muerte. Pero el hecho de que el padre de Menéndez Salmón haya podido sobrevivir 33 años a un infarto sufrido a los 38 años, es de por si un milagro de la medicina de aquel entonces (años 80). Quiere decir, visto de otra manera, que el padre no era del todo un enclenque enfermizo, sino un sobreviviente excelso. Es humanamente entendible que, para huir del patos, el autor haya huido el domicilio parental a los 20 años para empezar una reconstrucción personal. No obstante, cuando fallece en 2015 este padre tan enfermo, Menéndez Salmón quiere contar su historia, rinde un homenaje a este padre achacoso al mismo tiempo que se auto-define, se analiza y hasta justifica su sentir via la literatura. Desde siempre la literatura ha estado para aportar a las masas toda la paleta de sentimientos humanos para que cada uno encuentre lo que busca y no sabe expresar por escrito. Página 116 el autor escribe…comencé este libro queriendo hablar acerca de mi padre, pero comprendo que, al hacerlo, he hablado (estoy hablando) de cosas que están más allá, por encima o incluso antes de él. Que estoy hablando de mis temores y temblores, de mis logros, de mis recelos, de mis propias invisibilidades y de mis venenos. Si el parto promete traer al mundo más de una criatura, debo congratularme por ello, pues clarificar el origen de uno mismo es una de las escasas pesquisas que vale la pena abordar. Enlace: https://pasiondelalectura.wo.. + Leer más |
El libro de Ricardo tiene como motor en la narración la figura de su padre, fallecido en 2015. Al igual que el libro de Alfons Cervera, "Otro mundo" (Ver Aquí), contemplan la imagen del padre desde otras ópticas a las habituales en este tipo de escritura familiar. Cervera se centra fundamentalmente en los silencios del padre en vida y su repercusión en el autor, en forma de vacío doloroso. Menéndez Salmón, partiendo del padre plantea una indagación dentro del propio autor. La enfermedad de su padre a edad temprana marca los recuerdos del escritor: "Cuando pienso en mi padre, la primera palabra que acude es enfermedad. Evoco a mi padre como una persona siempre enferma, desde que a los treinta y ocho años sufrió un infarto que marcaría el resto de su vida y la de su familia. Yo tenía entonces once años, pero los recuerdos previos a esa fecha se han borrado en lo que afecta a la figura paterna." Enfermedad que condiciona toda la vida familiar, su madre dedicada al cuidado del marido y descuidando al hijo, que vive un estado de retraimiento constante: "La enfermedad de mi padre, su dolencia cardiaca, muy severa a una edad tan temprana, hizo que nuestra cotidianidad cayera bajo la constelación de significado del dolor, los cuidados, la dependencia. Mi padre se convirtió en un enfermo profesional; mi madre se transformó en una cuidadora a tiempo completo; yo padecí los rigores de una casa donde se había instalado el miedo. Un miedo que se tradujo en una especie de renuncia a la vida, de temor ante actos antaño considerados vulgares y de pronto contemplados como excesos." Habitar una casa dominada por la enfermedad, un enfermo reclamando ser el centro de la casa y una cuidadora que parecía estar solo para él, en la reflexión, el escritor comprende que él también en cierto modo se ha convertido en un enfermo hipocondríaco: "He necesitado treinta años para comprender cómo la enfermedad de mi padre me convirtió en un enfermo. En un enfermo imaginario, quiero decir. Ese añadido, ese calificativo, es lo dramático. Porque, salvo en muy puntuales ocasiones, yo he sido y soy una persona con una salud excelente aquejada de monstruosos padecimientos de índole psicosomática. El clima global de mi vida, su metáfora dominante, ha sido la enfermedad. Abducido por una mala salud ajena, esclavizado por un vademécum de prevenciones ante el hecho de estar vivo, culminé la infancia, superé la adolescencia, recorrí la juventud y penetré en la madurez escoltado por una hipocondría severa y una obsesión feroz por los avatares de mi salud. La enfermedad ha sido mi destino. Mi país. Mi bandera." El abuso de alcohol en el padre, otra enfermedad, unida a la propia del corazón. Combinadas ambas suponen una desestructuración total. Se une la ocultación total y una mujer abnegada tratando de sostener al marido y a la familia con el propio desgaste. Todo ello con el paso del tiempo acrecienta un sentimiento de culpa en el padre. Culpa que parece heredarse en la familia: "En el fondo, y esto es lo fatal del asunto, bajo estas disquisiciones respira la bestia más temible y voraz que el ser humano ha creado en siglos: la culpa. Una culpa que, según el aberrante lamarckismo de mi familia, se hereda como un carácter adquirido." El autor se reprocha su escasez de conversaciones con su padre en vida, en torno a su estado enfermizo: "Es probable que treinta y tres años parezcan un mundo, pero lo cierto es que nunca hablé lo suficiente con mi padre acerca de su enfermedad. Es algo que no me perdono. Y que sucederá de nuevo entre mis hijos y yo a propósito de cualquier tema crucial que debamos tratar. No me hago ilusiones. Las conversaciones importantes no se tienen a tiempo. Eso es algo que sólo sucede en la literatura o en el cine. En la vida real, en la vida espantosa hecha de tedio, facturas y declive, en la vida gozosa hecha de momentos de júbilo, del misterio del mar y de la bondad de ciertos hombres y mujeres, el silencio es la norma. Un silencio educado; un silencio castrante; un silencio que tarde o temprano acabamos por pagar." Como ocurre con el padre de Alfons Cervera y sus primeros pasos de actor amateur, en el padre de Ricardo, ocurre algo similar. Desea seguir los pasos de la interpretación, pero por insistencia de su padre tiene que inclinarse hacia unos estudios de perito mercantil, acabando en venta de seguros: "Uno de los relatos que bosqueja la figura de mi padre es el de su fracasada vocación de actor. Nacido en 1943, mi padre ingresó en la década de los años sesenta con el deseo de convertirse en otro John Gielgud. Su padre, mi abuelo, se opuso con vehemencia a tal anhelo. Mi padre terminó cediendo, cursó unos tediosos estudios de perito mercantil y se dedicó al mundo de los seguros." El escritor con el paso del tiempo ha aprendido a no juzgar a las personas. Amparándose en Thomas Bernhard, reflexiona: "«Comprender el desamparo de todos los hombres, pero sin compasión.» Esta frase de Thomas Bernhard, uno de los escritores que ha iluminado mi pasión, se podría aplicar a aquellos años neblinosos y a la vez recalcitrantes, donde ninguna tregua se nos concedió. No disculpo a mi padre, pero tampoco lo condeno. Lo primero sería inútil; lo segundo, injusto. Si he aprendido algo con la madurez es que juzgar a las personas con una vara inflexible conduce a errores de bulto y a conductas fariseas." La relación mantenida con su progenitor cabe entenderla entre la dicotomía amor y odio que suele presidir muchas interrelaciones entre padres e hijos: "Al escribir sobre mi padre comprendo cuánto lo he amado y cómo lo añoro, pero también cuánto daño me hizo. Nuestra historia es la enésima variación en torno a un tema inagotable: los caminos que adoptan las relaciones entre padres e hijos para llegar a conquistar una especie de indiferencia, de pacto entre adultos, en que la vida, mal que bien, halla un balance definitivo donde debe y haber tienden a igualarse." Ante la asfixia familiar el autor necesita abandonar el hogar y a los veinte años deja a sus padres en su deriva: "Fue una época que coincidió con mi decisión de irme de casa. El ambiente se había vuelto opresivo. No me siento orgulloso de esos años, incluida mi idea de abandonar aquellas paredes como fuera. Pero reconozco que no podía más, que no me importaba dejar a mis padres solos, al pie de los caballos, enredados en la telaraña de su matrimonio. Estaba agotado, exhausto, me sentía viejo a los veinte años, con una década ominosa a mi espalda levantada sobre enfermedades ficticias, un ambiente siniestro por su tristeza, el disparate narrativo del alcohol." Abandonar el hogar familiar, dejar atrás a los padres es un momento especial, por una parte es finalizar una etapa de muchos años de convivencia y por otra parte es dar comienzo a un nuevo periplo. Lo que manifiesta el autor es un cambio que afecta a la propia personalidad, que la despoja de una parte de sí mismo, irrecuperable para el resto de la vida: "Dejar la casa en la que se ha crecido es como cambiar de país. Quizá sea la mudanza más importante en la vida. Más que el matrimonio o que el trabajo. Más incluso que tener un hijo. Porque es tu propio yo, un yo irrecuperable, lo que queda atrás. Al observar por el retrovisor descubres al rey desnudo, un cuerpo que ya no volverá. Es la muda de la serpiente, el harapo de lo que fuiste. Creo que sólo entenderé lo que mi defección significó para mis padres cuando mis hijos se vayan. O quizá ni siquiera entonces, pues ojalá su adiós, cuando llegue, no obedezca a la sensación de habitar en una ciénaga." La necesidad de escribir el libro en torno a su padre, deriva la escritura hacia zonas ocultas del propio escritor. Esclarecerlas permiten un autoconocimiento y posible comprensión entre la relación de los dos: "Comencé este libro queriendo hablar acerca de mi padre, pero comprendo que, al hacerlo, he hablado (estoy hablando) de cosas que están más allá, por encima o incluso antes de él. Que estoy hablando de mis temores y temblores, de mis logros, de mis recelos, de mis propias invisibilidades y de mis propios venenos. Si el parto promete traer al mundo más de una criatura, debo congratularme por ello, pues clarificar el origen de uno mismo es una de las escasas pesquisas que merece la pena abordar. Dirimir en la página quién fue mi padre me permite afrontar los diálogos que nos faltaron, vencer la sordera que nos atenazó, acatar el exilio que nos recluyó en un recíproco destierro. Supone, de paso, alumbrarme a mí mismo." Su padre, en los últimos años de vida sufrió un grave deterioro. Ricardo, en cambio atraviesa un período de bonanza. Publicaciones de libros ininterrumpidas con buenas críticas, presentaciones incesantes con sus consiguientes viajes. Las penalidades de su padre, entendía que eran merecidas por el trato con él. Ante ese examen de conciencia que está realizando se reprocha juzgar con suma dureza a su padre y no acercarse más a él los últimos años: "No fui generoso con mi padre en aquellos años." "Durante esos años me convencí de que mi padre estaba saldando una cuenta por el daño que me había infligido." "Hoy no sólo comprendo que estaba equivocado al pensar de ese modo. Comprendo que estaba siendo estúpido. Mi padre era un hombre enfermo; yo, un egoísta. Y mi ceguera era doble, al pensar que se me debía un salario de afecto." La mayor parte de la vida del padre del autor giró en torno a la enfermedad, por ende la madre y Ricardo tuvieron que vivir bajo su influencia. Podría decirse que en el libro es prácticamente otro personaje más. Vertebra toda la narración. Por otro lado, se produce una dualidad entre la culpa y la redención. La culpa no solo tiene lugar en el padre, sintiéndose causante por las consecuencias de sus enfermedades, tanto las cardíacas como las derivadas del alcoholismo; en sus seres queridos. Este sentimiento de culpa también se produce en el hijo, cuyo egocentrismo no ha permitido un mayor acercamiento con su progenitor cuando más lo necesitaba. Pero la redención tiene cabida. El autor a través de su indagación personal necesita comprender y redimir al padre y en cierto modo, a sí mismo. El libro responde a una incursión íntima en la memoria, de manera dolorosa, pero a su vez, liberadora; originando una reflexión honesta. Editorial: Seix Barral, Edición 2020 Enlace: https://www.offthehook.es/20.. + Leer más |
“Me pregunto si la tiranía que ejerció la enfermedad de mi padre sobre su vida y la del resto de su familia llegó a ser tan poderosa que alcanzó a cancelar incluso los recuerdos que yo debería conservar de mis primeros años a su lado, cuando él era un hombre activo, sano y presente” ~ No entres dócilmente en esa noche quieta de Ricardo Menéndez Salmón. “No entres dócilmente en esa noche quieta” no es un libro fácil de leer y me parece que tampoco de escribir. Es un libro autobiográfico, en el que Ricardo aborda, tras la muerte de su padre, su infancia, su adolescencia y sus puntos de vista sobre varios temas. Y lo hace a partir de ese momento porque puede analizar mejor su vida marcada por la enfermedad de su padre desde que él era niño hasta sus problemas con el alcoholismo o la fortaleza de su madre para hacer frente a todos los hechos. El autor aborda la muerte y el duelo; la enfermedad, cómo impacta en los miembros de la familia y cómo todo parece girar en torno a ella; pero también trata otros aspectos como la vida del escritor y la creación, el cine o la literatura. Porque como bien señala Ricardo en el libro, si hubo un camino que abrió la enfermedad de su padre fue su afán por la escritura que se convirtió en su salida a tanta oscuridad. Es un libro denso, y muy bien escrito que he leído por trozos a lo largo de varios días. Tiene partes fluidas y sangradas aunque otras me han parecido más áridas. No es para leer de un tirón, sino para leer con calma y meditar sobre él. El libro se divide en cuatro partes aunque las más intensas son las tres primeras. Estas están centradas en la infancia del autor y la enfermedad coronaria de su padre; el alcoholismo en la segunda parte; y el cáncer en la tercera. La última, más breve, es una mezcla entre el retorno de la enfermedad y la incineración y despedida. + Leer más |
´No entres dócilmente en esa noche quieta' es una aportación diferente, aparentemente fría pero muy valiosa a la reciente literatura hecha por los hijos heridos de padres autodestructivos-
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El libro de Menéndez Salmón no me parece uno más sobre ese tema familiar, una coincidencia de palabras previsibles, sino que está construido con una mirada muy trabajada y genuina.
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El escritor asturiano describe hasta qué punto le marcó la enfermedad crónica de su padre.
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El escritor presenta «No entres dócilmente en esa noche quieta», un libro de en el que explora los tormentos de la enfermedad de su padre.
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Ricardo Menéndez Salmón ajusta cuentas con su padre y consigo mismo en una descarnada indagación sobre la fragilidad de las relaciones familiares.
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El retrato de Dorian Gray