Aquellos muchachos

«Ya sabemos, la gente es intolerante»
 
Empiezo con una frase cargada de significado por quién la pronuncia. Recordad que lo que aquí escribo son mis impresiones, que pueden no coincidir con otro lector, vamos allá sin hacer grandes spoilers, difícil, porque la historia, sobre todo, la primera parte, mi preferida, sacar el perfil de un hombre cargado de remordimiento.
                ¿Es culpable el que mira hacia otro lado? No se puede generalizar, ante esta pregunta yo contestaría, ponme en contexto. Nuestro narrador, Fernando, chofer de el mejor director de orquesta español, Esteban Walther, tras la visita de el patrono, Adrada, comienza a escribir las memorias del director, cuyos últimos días se vieron oscurecidos por un escandalo que conmocionó al país.
                Poco a poco iremos conociendo al gran director de orquesta a través de los ojos de Fernando, a grandes rasgos, amanerado, se burla con saña de nuestro narrador, zopenco, alelado o palurdo son algunas de las lindezas, no le afecta, de sí mismo dice que no tiene amor propio, esta idea la apoya contándonos la anécdota de su hermano, Jorge, y la mujer de este, Fina. Fernando sabe que la gente le utiliza, pero no le importa, está cómodo con los egoístas, este fragmento de cómo se ve a sí mismo, es muy interesante, porque junto con la culpa, y las constantes justificaciones, «no les pedía la documentación, simplemente hacía mi trabajo», «pero eso tampoco es mi culpa», «… y era inocente porque no había hecho nada malo», «yo solo cumplía con mi trabajo, yo solo me dedicaba a conducir», podría seguir, nos hacemos una idea de que esconde algo que escuece, no intenta convencernos a nosotros, sino a él.
 
«No me siento orgulloso, pero es así. No podemos seguir adelante si no olvidamos ciertas cosas, supongo»
 
                ¿Por qué nos habla tanto del actor y no del resto de muchachos? Esto es una opinión subjetiva no sustentada en nada, observación del personaje, porque el actor es el único que le convierte en inocente. Es el único que regresó una y otra vez por su propio pie, el que sabía qué hacia allí y lo que iba a sacar de Esteban, el que trató con desdén a Fernando, porque fue el único que vio lo que se escondía detrás de tanto servilismo por parte de ese chofer que dice de sí mismo, «Se me podría decir que no fui muy perspicaz…». Miente, se miente a sí mismo, Fernando es observador, recuerda cómo vestían, cada gesto, sus palabras o la ausencia de ellas, recuerda infinidad de detalles.
                Fernando es un hombre que se miente, «ese amaneramiento a mí siempre me ha repelido un poco».
                Y leyendo la primera parte seguro os preguntáis, qué le unía a Esteban, porque ese silencio, esa dedicación a un hombre que le humilló e insultó como válvula de escape a las frustraciones, ¿por qué? En la segunda parte nos dará la respuesta de esa lealtad.
                ¿Qué es lo único que me pone algo tensa? La unión de dos temas dentro de una historia, esto es muy, muy personal y lo he dicho en otras ocasiones, pederastia y homosexualidad. He disfrutado muchísimo su lectura, sobre todo, la primera parte destripando a un personaje como Fernando, porque cuando uno habla, no retrata al que describe, sino a sí mismo.