No querer pronunciar palabras evita oírlas, pero no pensarlas. Ocurre, más bien, al contrario. Cuanto más se reprimen, más fuertes se hacen en la cabeza.
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No querer pronunciar palabras evita oírlas, pero no pensarlas. Ocurre, más bien, al contrario. Cuanto más se reprimen, más fuertes se hacen en la cabeza.
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El perdón deshace los nudos que nos atan al pasado.
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Cuando todo está perdido, aún queda la esperanza.
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Antes de juzgar a alguien, conviene haber caminado tres lunas con sus zapatos.
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Moribundo es cualquiera, porque todos empezamos a morir cuando nacemos.
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El perdón mata la ira y engendra amor. El perdón es liberador y mejora el karma. El perdón sana el corazón de quien lo recibe, pero sobre todo, de quien la otorga.
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Una vela puede alumbrar en la penumbra o incendiar una ciudad.
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Pensar que un enemigo débil no puede hacernos daño es como creer que una chispa no puede causar un incendio.
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Las palabras son puertas de entrada, pero después no resulta fácil salir ilesa del laberinto al que conducen.
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¿En qué año se publicó?