Cuentos amatorios

Brillante colección de relatos de carácter variopinto, muchos de ellos con tono humorístico. Comento uno a uno (atención spoilers).
«La comendadora»: Es imposible hablar de este espléndido relato sin destriparlo. Conocemos externa e internamente en esta historia a una treintañera (la comendadora) educada en un convento que vuelve a la casa de su anciana y autoritaria madre donde vive también el sobrino huérfano heredero del título nobiliario de la familia. Es inolvidable ese niño maleducado que se dedica a destruir libros de heráldica y a espiar a los empleados del palacio.La petición que el niño hace a su tía no puede ser más sorprendente en el pacato Alarcón. Pero al cumplirla por orden de su madre, se desencadena la tragedia. Es uno de los cuentos más tristes que he leído. Por ponerle un pero: el capítulo inicial donde abunda en exceso en descripciones externas que hoy suenan trasnochadas.
«El coro de ángeles» me recuerda a «La señorita de Trevélez» de Arniches y a su adaptación cinematográfica «Calle Mayor» de Juan Antonio Bardem. Realmente el argumento es el mismo. El «calavera» protagonista apuesta con unos amigos que consigue conquistar a una fea en siete días. Gana la apuesta dejando humillada a la víctima que, curiosamente, el misericordioso Alarcón se abstiene de describir. El título hace referencia a las coquetas guapas que crucifican a la pobre Casimira. Este cuento está fechado en 1858 y es, por tanto, muy anterior a la obra de Arniches (que data de 1916). Muy probablemente el sainetero tomaría su argumento de aquí. El relato deja un regusto amargo y resulta conmovedor. La frase final impresiona: «En cuanto a Casimira, podéis estar seguros de que su cuerpo no es ya más feo ni más bonito que cualquier otro de los que la tierra pudre y devoran los gusanos, mientras que su alma, purificada por el martirio, luce en la Gloria su imperecedera hermosura rodeada de verdaderos Coros de Ángeles».
«Novela natural» tiene, como va siendo habitual en el autor, un final sorprendente y emocionante. La idea del cuento es bastante original: una joven encuentra un pequeño libro con anotaciones y decide leerlo. Lo que comienza siendo una lectura inocente de palabras sueltas y anotaciones inconexas que sólo tendrían sentido para quien las escribió acaba en una confesión de suicidio. Es ingenioso cómo se monta una película la curiosa lectora de las anotaciones. Se crea una «novela natural» a partir de elementos nimios. Brillante. Para mí de los mejores de su autor (no en vano figura en muchas antologías).
«El clavo» es quizá el cuento más célebre del autor, aunque es casi más una novela breve que un cuento (es un poco más breve que «El sombrero de tres picos»). Cuenta la historia desde el punto de vista de tres narradores: el inicial, que conoce a la protagonista de viaje en una diligencia; el amigo juez (víctima sentimental de la bellísima joven) y la propia protagonista (y atención spoiler: asesina). La fluidez del relato es magistral y nos hace olvidar su inverosimilitud. Si analizamos la historia (supuestamente verdadera) comprobamos que es muy improbable. Echo en falta el relato de la víctima cuyo cráneo claveteado da pie a la historia. No me parece el mejor relato de los su autor aunque se tiene por tal. La magnífica adaptación cinematográfica de Rafael Gil de 1944 convierte a la novelita en una narración lineal, elimina a uno de los personajes (convierte al juez y al viajero en un único personaje: un acierto) y rellena los huecos del relato. Vemos a la víctima, que resulta ser un negrero enriquecido y chantajista de los padres de Blanca/Gabriela. Explica muy bien las motivaciones de la protagonista y le da verosimilitud y coherencia a la historia. El final de la película difiere del del cuento. En el cuento, muere Gabriela tras conocer el indulto, en la película le perdonan la pena de muerte y acaba en reclusión perpetua acompañada de su juez y enamorado Javier Zarco. Alarcón finaliza el relato de manera moralizante (le llama moraleja al último capítulo) y Zarco acaba siendo uno de los mejores magistrados de la Habana, casado (con otra mujer obviamente) y feliz. Sorprende, finalmente, la calidad de la banda sonora del film, en la que figura un vals triste y nostálgico que aparece en momentos estratégicos.
«La última calaverada»: El subtítulo hace justicia a la obrita que comento: Novela alegre, pero moral. En efecto, contiene una moraleja final a la que propende toda la historia. El narrador cuenta su historia en el contexto de una reunión de amigos que no se ubica exactamente, pero da igual, eso es lo de menos. Escrita en un estilo ligero y fluido, se lee con agrado, aunque no es de las mejores, en mi criterio, de esta colección.
«La belleza ideal» es un irónico y divertido relato que parodia el romanticismo cursi y que acaba con el característico chasco final.
«El abrazo de Vergara» también tiene un chasco previsible al final, pero lo encuentro más flojo. No le veo la gracia al cuento. Juega con el famoso abrazo de Vergara entre Espartero y Maroto que puso fin a la primera guerra carlista, tratándose en este caso del abrazo de un pesado y charlatán joven a una presunta alemana en una diligencia justo cuando llegan al famoso pueblo.
«Sin un cuarto» es una escena de la vida bohemia a la española. Tiene carácter autobiográfico y un tono humorístico y ligero, pero creo que no está tan lograda como otros cuentos de esta colección. Un grupo de seis bohemios andaluces (que recuerda a la cuerda granadina) se burla del opulento mayorazgo Rafael, quien, entre bromas, les cuenta una aventura galante que acaba de manera un tanto chusca.
«¿Por qué era rubia?»: Es uno de los cuentos más divertidos de esta colección. Se trata de un juguete cómico. Seis amigos se ponen de acuerdo para elaborar en media hora un cuento con el referido título. El primer capítulo del relato cuenta esa apuesta y el resultado de los cuentos de sus amigos. El segundo capítulo y final es un cuento chusco acerca de un indio que se pregunta cómo es posible que su hija sea rubia siendo él y su esposa negros como el ébano. La ocupación inglesa de la India y las frecuentes visitas de un anglosajón a la casa del dudoso padre dan la respuesta.
«Tic…tac» Novela breve, pero compendiosa: El colofón de esta colección de cuentos es un relato corto muy divertido y humorístico. El adúltero castigado con la locura podría subtitularse. La divertida idea muy de vodevil de la esposa que  esconde al amante en un reloj de pared, se completa con que para no infundir sospechas en el celoso marido debe imitar el tic tac del reloj que da título al cuento. Tras toda una noche imitando al reloj acaba el pobre adúltero loco de atar. Moraleja antiadulterio tenemos también como en “La última calaverada”.