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Crítica de Librosamil


Librosamil
04 December 2023
El vienés Stefan Zweig (1881-1942), autor de obras como Novela de ajedrez y El mundo de ayer, desmonta el origen nobiliario del apellido Balzac, indica el influjo negativo de su madre “siempre malhumorada y reprimida”, explica que el escritor francés estuvo internado en una “casa-prisión espiritual” de los frailes oratorianos entre los ocho y los catorce años, menciona su fracaso constante como dramaturgo, rastrea los párrafos autobiográficos de las obras de Balzac y su correspondencia y los utiliza para extraer datos, apunta su breve etapa al frente tanto de la Chronique de Paris como de la Revue parisienne y su fracaso en las minas de plata italianas, exalta el prefacio de la comedia humana, señala que Balzac fue el primero en elogiar el talento de Stendhal y asegura que Balzac disfruta obligando “a los editores a comprar a ciegas sus productos y a pagar por adelantado una novela de la cual no tiene más que el título”.
En su etapa colegial, Balzac se evade de los castigos físicos y de la infelicidad mediante numerosas lecturas y ni siquiera en el internado Lepître de París cambia su situación de abandono. A pesar de sus notas académicas bajas, logra licenciarse en jurisprudencia y entra en el bufete del notario Passe. Tiene ante sí un futuro prometedor, pero en la primavera de 1819 abandona su profesión y se vuelca en su auténtica pasión, escribir. Consigue que su padre le dé una mínima ayuda durante dos años, a pesar de la oposición materna, y arrienda una miserable buhardilla en París, donde escribe la tragedia teatral Cromwell, un “error de juventud” como también lo es para Zweig su primera novela, Falthurne. Estos tropiezos iniciales incrementan su dependencia económica familiar y le conducen a trabajar como negro literario para Auguste le Poitevin de l'Egreville y de manera frenética: un capítulo al día, un tintero y diez plumas cada dos días. Unas novelas “ordinarias” que firma como Lord R'Hoone o como Horace de Saint-Aubin, “mercancías de prosa desbordante y caudalosa a cualquier precio”. Con apenas veintitrés años, “la fluidez, la ligereza, la velocidad a las cuales acostumbró su mano fueron a la larga funestas para su estilo”. El romance con madame de Berny, que sucede entre 1822 y 1833, resulta crucial en el despertar de su personalidad y en la consolidación de su gusto por las mujeres maternales. Con ella encuentra “la independencia espiritual”, desarrolla unas “vehementes dotes de persuasión” y se convierte en un “individuo ansioso, excesivo, inmoderado”. En 1828, Balzac ha quebrado “como editor, como impresor y como propietario de una fundición de tipos” y debe cien mil francos, una fortuna, algo que condicionará su futuro, aunque, gracias a ello, “puede plasmar realmente su época” en obras como Las ilusiones perdidas (de la serie La comedia humana), una recreación social, una historia de su tiempo.
Este es un libro que hay que leer como una novela, porque la procedencia de las citas y de las fuentes no queda especificada, aunque esa pérdida de rigor filológico no le quite veracidad. La edición reproduce la oración fúnebre de Víctor Hugo y cuenta con un epílogo del editor Richardt Friedenthal, encargado en 1946 de la primera edición de la obra, en el que reconoce que Zweig no pudo terminar esta biografía y que la que se publica es una tercera redacción, completada por el propio editor a partir de material manuscrito. Igualmente se incluye el texto de Knut Beck “El camino de Stefan Zweig a Balzac”, en el que se revela que Zweig empieza a redactar esta biografía sobre el “maestro a seguir” en 1939 y que es no solo un texto sobre la apasionada admiración de Zweig a Balzac, sino también un apunte biográfico de los últimos años de vida de Zweig.
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