¿Para qué servían los humanos sin su habitual insatisfacción? Era la característica que los definía.
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¿Para qué servían los humanos sin su habitual insatisfacción? Era la característica que los definía.
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Lo que la gente no acaba de pillar es que Karma no es un ser consciente. No tiene principios morales. Valida la operación siempre que hay una transacción comercial. A todo le asigna su valor justo, calculándolo con una precisión que es inconcebible para los humanos. No se estafa a nadie, todo tiene su valor intrínseco, pero, en última instancia, lo que determina ese valor es lo que la gente quiere. Mientras no destruyas las funciones de la ciudad, puedes hacer lo que quieras según las reglas de libre comercio.
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Contener el consumo individual nunca había sido el propósito de su sistema, algo que muchos forasteros malinterpretaban. De hecho, al ocuparse Karma junto a sus sistemas automatizados secundarios de todos los asuntos de importancia, el consumismo era casi la principal ocupación que les quedaba de verdad a los humanos normales y corrientes.
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Melek Ahmar, el Señor de Marte, el Rey Rojo, el Señor de los Martes, el Más Augusto Rajá de los Djinn, tas milenios dormido, despertó una vez más por capricho del agua y la piedra y se encontró los ojos cubiertos de arenilla. Y la boca también. Escupió polvo y le dieron arcadas.
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Karma lo cogió todo: el dinero, los terrenos, las empresas, las acciones, los bonos, los vehículos, la comida, hasta la famosa receta de momo de la abuela. Y lo único que entregó a cambio fueron puntos. Puntos por servicios, puntos por buenas obras, puntos por derechos de autor, puntos otorgados por algoritmos que se adentraban en el futuro, premoniciones matemáticas que dejaban al Oráculo de Delfos a la altura del betún.
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¿Y dónde están los djinn? ¿Hemos cedido el planeta por completo? ¿Se ha visto superada nuestra magia por la tecnología humana? Impensable.
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Gregorio Samsa es un ...