El libro de los amigos perdidos

El mundo no va hacia atrás, sino hacia delante. El futuro pertenece a los que lo afrontan de cara.

Al igual que los esclavos, los aparceros, la gente de los bayous y los agricultores que labraban la tierra, todos han acabado del mismo modo. Convertidos en polvo y cenizas. Lo único que nos queda reside en aquellos que todavía siguen aquí. En las historias.

Si alguien no es capaz de exponer su punto de vista sin gritar, ofender o insultar a los demás, tendrá que encontrar un argumento de más peso antes de seguir hablando.

Lo más probable es que su nombre se haya transmitido de generación en generación igual que una reliquia -como una moneda o una joya valiosa-, que sea el legado de unos antepasados que no tenían nada que dejarles a los suyos, salvo sus nombres y sus historias.

Todos tenemos historia. Solo porque la verdad no siempre nos resulte agradable no significa que no debamos saberla. Así es cómo se aprende. Así se mejora para el futuro.

Arreglar casas es sencillo. Pero las personas son harina de otro costal. No puedes cambiar las tuberías, ni reinstalar el cableado, ni dar una capa de pintura... para solucionar los problemas de muchas de estas familias.

Hay cosas peores que la muerte. Todo aquel que ha experimentado la esclavitud sabe que hay cosas mucho menos apacibles que estar muerto.

Cuando te crías mayoritariamente con gente que no es de tu familia, aprendes a tragarte los sentimientos para no causar molestias.

Loren Eiseley, que fue el protagonista de uno de los trabajos que más me gustó hacer en la universidad, escribió "si existe la magia en el mundo, esta se encuentra en el agua", pero yo siempre he estado convencida de que, si la magia existe, se encuentra en el interior de los libros.

Es muy triste que las historias desaparezcan porque ya no quede nadie que las escuche.