Glass Castle Prince

Cuando se giró para mirarme, el conflicto había desaparecido de él.
—Me fui porque creí que me estaba enamorando de ti —dijo, sus palabras claras, intencionadas, aunque no estaba segura de estar oyéndolas bien. Pero cuando sus ojos llegaron a los míos, lo entendí todo—. Sólo que llegué hasta aquí porque me di cuenta de que ya lo había hecho.
(...) —Podría haber ido a cualquier parte, pero el único sitio donde quería estar era cerca de ti. —Su tono era una rara vacilación—. Así que me quedé. Manteniendo las distancias. Esperando que la necesidad de estar a tu lado desapareciera con el tiempo.
Mis manos se enroscaron en el respaldo de la silla frente a mí. —¿Lo hizo?
Negó. —Sólo creció.

Me acerqué a la silla, parpadeando sorprendida de que no hubiera sido más obvio. —Podría haber empezado así. Me detuve una vez que sólo había unos metros de espacio entre nosotros—. Pero eso cambió en el momento en que me besaste.
Su sonrisa se curvó hacia un lado mientras acortaba la distancia que nos separaba. —Estoy enamorado de ti desde el momento en que me rompiste la cabeza con un utensilio de cocina.

—Esa era mi forma de decir que para alguien que le da muy poca importancia a la belleza, nunca he visto a nadie tan hermoso en mi vida.

—¿Pero por qué te fuiste si pensabas que… sentías eso por mí? —le pregunté.
—Porque la idea de traerte a mi vida me aterroriza.
Bajé la cabeza. —¿Porque no encajaría?
Exhaló, una nota triste en sus ojos. —Porque nunca querría que lo hicieras.

Al cruzar la puerta de la mansión, dispuesto a volver cojeando, me di cuenta de lo sencilla que era en realidad la vida y todos sus componentes. Sólo nosotros, los humanos, y nuestra tendencia a la complicación, lo complicábamos todo.