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Miguel Martínez-Lage (Traductor)
ISBN : 8496867285
116 páginas
Editorial: Editorial Sexto Piso (30/11/-1)

Calificación promedio : 4/5 (sobre 1 calificaciones)
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
Guille63
 12 April 2024
Jack Gibbs es un personaje que bien podría haber salido de la pluma de Thomas Bernard(*), uno algo más desaforado de lo habitual, que angustiado por su deterioro físico, la proximidad de la muerte y la imposibilidad de sacar del caos(**) los innumerables recortes, anotaciones, libros y notas que había acumulado en pos de la que él considera que habría sido la obra de su vida(***), vomita en forma de flujo de conciencia y bajo los efectos de la prednisona(****) un discurso febril y atropellado, erudito e iracundo, denso y a ratos divertido (en el sentido que es divertido Bernhard), plagado de referencias y citas (entre muchos otros, Huizinga, Walter Benjamin, Thomas Bernard, Platón, Nietzsche, Melville, Freud, Tolstoi, Becket, Proust, Flaubert…) en contra de esa “chusma estupefacta que ahí fuera espera a que se le dé entretenimiento, convertir al artista creativo en un mono de feria”, en contra de elevar al artista por encima de su obra, en contra de la mercantilización del arte que destruye el mágico encuentro cómplice entre artista y público transformándolo en algo mecánico dirigido a un consumo masivo y bajo las leyes del mercado, en contra de la domesticación del artista y de su aversión al riesgo y a la rebeldía (“la pianola y sus descendientes, el ordenador las barricadas para guarecerse de ese miedo a lo azaroso a la probabilidad a la indeterminación… este estigma del fracaso que separa a la chusma de la élite”), en contra de que sea la cantidad de placer que proporciona, y no la calidad de este, la medida del arte y de todo, en contra de su democratización (“esta democracia en la que cualquier hombre es el artista que necesita ser para su propio consumo, que es donde estamos hoy, esta democracia de las personas al azar de Platón y de disponer del arte sin necesidad del artista porque éste es una amenaza”), en contra de todos aquellos que huyen del esfuerzo, tanto creadores como espectadores, en fin, en contra de la experiencia pasiva y de la falta de autenticidad (“… esa fusión natural de la vida creada en esta creación en amor que la trasciende, una celebración del amor creado que llamaban ágape, la fiesta del amor en los primeros tiempos de la iglesia. Eso se ha perdido, eso hay que pagarlo”) (*****).

“La música te transporta a otro estado del ser que no es el que te corresponde, sentir cosas que en realidad no sientes, entender cosas que en realidad no entiendes, ser capaz de hacer cosas que en realidad no eres capaz de hacer, sí, eso lo transforma eso te transfigura a ti en ti mismo en el yo que puede hacer más…de eso es de lo que puedo hablarte, de esa Juventud capaz de todo.”


(*) Gaddis intercala en su monólogo varias citas de «Hormigón» (una novela que, como esta, trata sobre un escritor que pospone una y otra vez el inicio de su obra) acusando al autor, al que tanto admira y cuyo descubrimiento fue crucial para la redacción de esta novela, de haberle plagiado, “solo que antes de escribirla yo” (en el otro sentido, siente haber plagiado a Walter Benjamín, aunque no le había leído con anterioridad).

(**) En «JR», Gibbs comenta que su libro versará sobre el orden y el desorden. No solo versa, ES puro caos en el que no siempre es fácil establecer algo de orden, en el que la propia idea de orden se esconde en la ambigüedad.

(***) Gaddis acaba de ser diagnosticado con un cáncer terminal lo que le lleva a descartar por incapacidad temporal la obra que pretendía realizar sobre la historia del piano mecánico (“fue la plaga que se extendió por Estados Unidos hace cien años, con el rollo de papel troquelado en el meollo de toda la cuestión, el frenesí de la invención y la mecanización y la democracia y cómo disfrutar del arte sin artista y además automoción, cibernética, ya se ve, bien se ve, más claro no puede estar”) como excusa para hablar del arte y su consumo en su actualidad y para la que lleva décadas investigando y recopilando información, que acaba por plasmarse en esta novela.

(****) En el postfacio a la novela , Joseph Tabbi comenta que “Este estilo despojado era consecuente con los efectos de la prednisona, la droga que tanto Gaddis como Bernhard habían tomado por prescripción facultativa”.

(*****) Y todo en un solo párrafo ininterrumpido de 67 páginas. Una vez le preguntaron al autor que si sus obras eran tan difíciles de escribir como lo son de leer. Su respuesta fue: “… si el trabajo no me resultara difícil lo cierto es que me moriría de aburrimiento”.
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