En la Tierra somos fugazmente grandiosos

Nos encontramos ante la primera novela de Ocean Vuong (hasta ahora había escrito poesía, y se nota), inspirada en sus propias vivencias íntimas, lo que nos hace preguntarnos hasta donde llega la realidad de sus páginas.

Ante todo, es un libro para leer despacio, saboreando las palabras, y visualizando lo que nos describen.

El autor nos cuenta la historia por medio de imágenes pintadas con pinceladas pequeñas y concisas, provocando sensaciones intensas en el lector.

Me ha resultado muy interesante ver la dualidad de los sentimientos entre el niño y su madre, cómo a pesar del maltrato (quizá producido por lo sufrido en la guerra) siempre se ve reflejado el cariño mutuo que sienten.

La historia en sí misma es dura, pero la forma de narrarlo tan hermosa y delicada hace que lo parezca menos. Mientras se lee no se sufre tanto (quizá al saber que toca tantos temas sensibles, esperaba pasarlo peor), pero si nos paramos a pensar lo que nos cuenta se ve la crudeza de la historia escondida tras la prosa.

No solo es la historia del narrador, si no también de su madre, incluso de su abuela, aunque un poquito en menor medida, de dónde vienen, por lo que han pasado y cómo han llegado a ser lo que son.

Los saltos temporales son continuos y repentinos, muchas veces no sabemos de qué momento nos está hablando, lo que hace difícil seguir la historia. Da la sensación de que la narración son escenas sueltas que acaban formando un todo al armar el puzzle.

Es un libro que cala mucho y muy hondo, que hace pensar, pero sobre todo que hace sentir. Una lectura muy recomendable.