Si no puedo persuadir a los dioses del cielo, moveré a los de los infiernos.
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Si no puedo persuadir a los dioses del cielo, moveré a los de los infiernos.
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La única salvación para los vencidos es no esperar salvación alguna.
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Si no puedo persuadir a los dioses del cielo, moveré a los de los infiernos.
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…responde Turno: No me aterran, feroz enemigo tus arrogantes palabras; me aterran los dioses, me aterra el enemigo Júpiter.
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[La numen Iuturna se pregunta] ¿Por qué me concedió eterna vida? ¿Por qué me exceptuó de la condición de morir? Ahora podría poner seguro término a tantos dolores y acompañar en la mansión de las sombras a mi mísero hermano.
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[Las Furias] asisten junto al solio de Júpiter, en los umbrales de su formidable morada, y aguijan el miedo en los míseros mortales, ya cuando el rey de los dioses previene horrible mortandad y enfermedades, o espanta con la guerra a las ciudades culpables.
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En tanto el Rey del omnipotente Olimpo habla en estos términos a Juno, que estaba contemplando la batalla desde una rutilante nube: ¿Cuál será, esposa mía, el término de esta guerra? ¿Qué resta aún por fin? Bien sabes, y tú misma lo confiesas, que Eneas ha de subir al Olimpo, y que los hados le reservan un asiento encima de las estrellas. ¿Qué tramas, pues? ¿Qué esperanza te tiene fija en esta fría región de las nubes? […] Desiste ya de tu empeño, en fin, y déjate vencer de mis ruegos; no te entregues por más tiempo a esa callada pena que te devora […] te prohíbo nuevos intentos.
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Teneos, ¡Oh Rútulos! y vosotros ¡Oh Latinos deponed las armas; sea cual fuere la fortuna que nos aguarda, esa fortuna es la mía; justo es que yo solo pague por vosotros la pena del quebrantado pacto y que lidie yo solo.
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…un frío de muerte desata los miembros de Turno, e indignado su espíritu, huye, lanzando un gemido, a la región de las sombras.
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…como de noche, entre sueños, cuando un lánguido letargo abruma nuestros ojos, se nos figura que pugnamos en vano por correr afanosos, y en medio de nuestros conatos sucumbimos con doliente angustia, y ni acertamos a hacer uso de la lengua, ni sostienen el cuerpo las acostumbradas fuerzas, ni podemos gritar ni hablar…
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Marinero en tierra