Eneida de Publio Virgilio Marón
En tanto el Rey del omnipotente Olimpo habla en estos términos a Juno, que estaba contemplando la batalla desde una rutilante nube: ¿Cuál será, esposa mía, el término de esta guerra? ¿Qué resta aún por fin? Bien sabes, y tú misma lo confiesas, que Eneas ha de subir al Olimpo, y que los hados le reservan un asiento encima de las estrellas. ¿Qué tramas, pues? ¿Qué esperanza te tiene fija en esta fría región de las nubes? […] Desiste ya de tu empeño, en fin, y déjate vencer de mis ruegos; no te entregues por más tiempo a esa callada pena que te devora […] te prohíbo nuevos intentos.
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