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Crítica de gustavoadolfo


gustavoadolfo
27 May 2019
Una mañana, tras un sueño intranquilo, Enrique Vila-Matas todavía estaba allí

Lo que más admiro de Enrique Vila-Matas (1948-) es la creación de uno de sus personajes más recurrentes: el escritor Enrique Vila-Matas, autor de —entre otras obras ficcionales—: "El viajero más lento. El arte de no terminar nada". Este personaje se caracteriza por ser un hombre alegre, divertido y jovial, las más de las veces; pero más importante, este personaje se define por ser un lector y también un mentiroso, en el sentido en que sus lecturas lo han llevado a la determinación de escribir novelas, cuentos y ensayos.

En Enrique Vila-Matas todo es literatura. Nada ha sido dejado al azar. Incluso su nombre: E. Vila-Matas es un anagrama de Satam Alive, es decir: Satán vivo (poderoso guiño del escritor). Otro tanto debe decirse de su procedencia: aunque le ha hecho creer al mundo que nació en la calle Roger de Llúria, en Barcelona, la verdad es que nació en Francia. Hoy es considerado uno de los escritores de lengua francesa más importantes del mundo (sus traducciones al español son obras de los escritores fantasmas, hoy desenmascarados: André Gabastou, Éric Beaumatin, Pierre-Olivier Sánchez y Denise Laroutis). En el escritor, y por lo tanto en el personaje, todo es impostura, usurpación de la identidad y desdoblamiento. Lo anterior ha hecho que en entrevistas y ensayos Vila-Matas se refiera poco a obras literarias como: "Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado" (1824), de James Hogg (1770-1835); “William Wilson” (1839), de Edgar Allan Poe (1809-1849); "El doble" (1846), de Dostoyevski (1821-1881); "El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde" (1886), de Stevenson (1850-1894) y "El retrato de Dorian Gray" (1890), de Wilde (1854-1900).

El libro, objeto de estas palabras, contiene un poco más de treinta textos inclasificables, además de un “Anticipo” y un “Epílogo”. Entre ellos no existe una sola unidad temática, ni formal, a las maneras tradicionales. Sí se sabe que los textos fueron publicados en prensa, entre 1968 y 1991, y luego recopilados en formato libro con el título "El viajero más lento" (1992). La edición que leemos incluye dos textos inéditos, uno de los cuales le otorga el subtítulo a la obra.

Podemos llamarlos “artículos” y “ensayos” como el propio autor los denomina, pero también existen entrevistas (reales y falsas), reseñas (de libros existentes y por existir), descripciones y anotaciones de viajes (reales e imaginarios) y un diccionario de bolsillo del universo literario de Adolfo Bioy Casares. Lo más interesante es que muchos de estos textos no son otra cosa que las partidas de nacimiento de las obras posteriores del escritor. ¿Y cómo nacen estos libros tan originales? Nacen gracias a la comunicación que Vila-Matas establece con sus escritores favoritos. Por ello, en su vida todo es literatura y en todos sus textos son tangibles, directa o indirectamente, sus lecturas periódicas: Lichtenberg (1742-1799), Melville (1819-1981), Walser (1878-1956), Kafka (1883-1924), Pessoa (1888-1935), Borges (1899-1986), Nabokov (1899-1977), Vian (1920-1959), Sciascia (1921-1989), Monterroso (1921-2003), Perec (1936-1982), Bolaño (1953-2003), pero especialmente, en los textos de Vila-Matas es tangible el propio Vila-Matas (este es el problema de parecerse demasiado a uno mismo). La literatura de Vila-Matas como compendio de lo literario es uno de sus más importantes signos de diferenciación: la literatura se inspira en la literatura.

Léase “Torrente es un fingidor” para comprender a Vila-Matas el personaje. Para comprender cómo la referencia y la auto-referencia literaria son parte constitutiva de su obra como escritor o, en otras palabras: de que su obra es una constante auto-referencia, así como una inigualable auto consciencia de lo literario. Léase, también, “El acero dolor” para comprender cómo se pasa la frontera que antiguamente separaba la vida de la ficción literaria. Frontera que el escritor ha rebasado y ya no encuentra.

Considero que el escritor Vila-Matas, intentando vivir como lo que hasta entonces sólo era la idea de un personaje suyo, terminó convirtiéndose en él. Un día despertó y ya no era él, el escritor era el personaje. No era un dinosaurio ni tampoco un monstruoso insecto. Un día, incluso, leyó su nombre en la novela que había escrito otro.
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