Hoy, décadas después, ¿cuántas personas estando vivas firman documentos donde establecen "Si yo muero, dono mis órganos para que otros vivan"? Hoy es algo frecuente. Nosotros, a aquella edad tan temprana, en medio de un glaciar, lo creamos.
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Hoy, décadas después, ¿cuántas personas estando vivas firman documentos donde establecen "Si yo muero, dono mis órganos para que otros vivan"? Hoy es algo frecuente. Nosotros, a aquella edad tan temprana, en medio de un glaciar, lo creamos.
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Si el infierno existe no es con fuego: es con hielo y en penumbras.
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Las noches eran el miedo, la oscuridad, pero eran también los recuerdos, la percepción de que la vida se desviaba y se truncaba en un estallido.
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Tu mente llega a pensar cosas como esta: no puedo llorar, porque si lloro pierdo sal con las lágrimas.
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[…] la vida vale la pena pero es sacrificio, hay que ir armándola de a poquito, ajustando las tuercas y los tornillos.
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Más que preguntarme si había vida después de la muerte, me preguntaba qué era la vida antes de la muerte.
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[…] no comprendía cómo alguien podía preocuparse por el futuro, porque este en verdad no existía, el tiempo era un punto, no un proceso.
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Moría todas las noches en silencio para que no me escucharan y revivía todas las mañanas cuando asomaba el día.
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[…] porque un nombre es un recuerdo, y un recuerdo es una vida que perdura para la eternidad.
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[…] detrás de esa pared que puedo derribar con un simple empellón está el fin o el principio de todo.
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Once