En la estación, hoy reconvertida en un museo de las relaciones intercoreanas, se mantienen los carteles que indican que la capital surcoreana está a 56 kilómetros de distancia y la del norte a doscientos cinco. Incluso hay un andén en dirección a Pionyang que, como si se tratara de una triste metáfora de realidad actual, está situado frente una vía muerta.
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