Otaberra

Algo que sucedió en 1989 obliga a Renata a volver una y otra vez a ese momento. El suceso ha terminando impregnando toda su vida, llevándola a vivir en un estado permanente de desconexión y abstracción donde ni siente ni padece. La ha vuelto una persona esquiva. Renata rememorará de nuevo los hechos cuando un equipo la graba en su trabajo para un reportaje de televisión.

'Otaberra', la nueva novela de Elisa Victoria, nos habla sobre el trauma y el duelo. Pero, sobre todo, de una culpa que carcome y atormenta, que paraliza y lleva a imaginar cómo hubiesen sido las cosas de haber actuado de otra manera. No porque se hubiese podido cambiar el destino final –al menos no directamente–, pero sí por haber protegido a quienes nos importan. Ofrecerles un lugar seguro, un casco de protección contra todos los golpes a los que nos somete el mundo no solo en la intimidad, sino dándoles la cara a esos ojos ajenos e incluso arriesgándose al señalamiento por extensión.

Elisa Victoria mezcla primeras y terceras personas, narrativa, diálogos teatrales, diarios y ficciones dentro de la ficción. El cóctel de géneros ofrece un juego muy estimulante, en parte por el dinamismo que genera y en parte también porque los ejercicios de metaficción de Renata alejan el foco de su trauma como si ella misma lo estuviese repeliendo, expulsando sus fantasmas para que no la sigan persiguiendo. Pero, a la vez, ponen el foco sobre sus preocupaciones y sobre el concepto que tiene de sí misma a través de cómo aprecia que la perciben los demás.

Para mí ha sido un sí, aunque creo que muchos la leerán esperando encontrar algo similar a 'Vozdevieja' o 'El evangelio' y quedarán descolocados. Aunque hay capítulos con píldoras que recuerdan a esa Elisa Victoria (por estilo y temática), sin duda se nota una gran evolución en su voz como narradora.