La ciudad y los perros

Mario Vargas Llosa no es santo de mi devoción, tengo que reconocer que es un asunto de química o falta de ella, porque los argumentos en su contra son endebles, que sí un día hizo un comentario político con el que no estaba de acuerdo, que si esto, que si lo otro.
Bueno, en resumidas cuentas, leí La ciudad y los perros, mucho más de la mitad del libro se me hizo cuesta arriba, no me gusta ese estilo medio caótico, medio falsamente íntimo, la falta de referentes culturales (míos) y los personajes grosero como me imagino al propio autor... Lo siento, sé que no tengo motivos para pensar así, pero así pienso.
Ya hacia el final fui entendiendo a los personajes, sus historias de vida y sus motivaciones y me fue interesando la trama.
Creo que la culpa de que al principio todo me pareciera un poco sin sentido fueron los saltos temporales sin señalizaciones, la impresión de que todos los personajes hablaban igual, sin identidad, lo burdo de las situaciones, un no sé qué que me molestaba.
Esta es la historia de un grupo de adolescentes (apenas 16 años) en un colegio militar, cada uno con sus motivaciones particulares... Niños jugando a ser grandes pensé cuando cerré el libro. Lo mejor de todo para mí fue el Epílogo, prácticamente todas cientos de páginas de la historia se resumen en esas últimas. El único personaje que se salva para mí es el teniente Gamboa, bueno y los jóvenes, porque tienen la justificación de su juventud, de estar aún formando su carácter y de ser el producto de sus circunstancias, de su crianza y de cierta manera de sus padres... Todos esos chicas fueron impulsados al colegio militar por sus padres, unos para agradarlos, otros para huir de ellos, otros por tradición familiar o sencillamente por no tener otro sitio al que ir. Y la vida en el colegio es dura disfrazada de enseñanzas y de reglamento.
A pesar de todo lo recomiendo y yo misma trataré de leerlo nuevamente.