Mugre rosa

¿Cómo es la paradoja de que para rendirse primero hay que soltar, pero que no es al soltar que uno se rinde?

Era como si habláramos idiomas distintos y ninguna de las dos estuviera dispuesta a aprender la lengua de la otra.

Si algo caracterizaba el encierro era esa sensación de no tiempo. Existíamos en una espera que tampoco era la espera de nada concreto. Esperábamos. Pero lo que esperábamos era que nada pasara, porque cualquier cambio podía significar algo peor.

El problema es que los comienzos y los finales se superponen, entonces una cree que algo está terminando cuando en realidad es otra cosa la que empieza.

Su condición de niño enfermo lo definía y no le daba derecho a ser otra cosa.

El comienzo nunca es el comienzo. Lo que confundimos con el comienzo es solo el momento en que entendemos que las cosas han cambiado.

Años, casi mi vida entera esperando, mendigando, qué? No es que ellos se negaran a darme algo, sino que simplemente no lo tenían, y yo, empecinada, seguía tanteando a ciegas dentro de un pozo vacío.

Yo siempre había confundido el miedo con el amor, ese terreno inestable, esa zona de derrumbe.

Tenía más de lo que cualquiera en en puerto podía tener. Tenía tanta plata que podía haber hecho sandwiches de billetes, alimentar a Mauro con lechuga de papel. Pero yo, igual que los pescadores, tampoco era capaz de imaginarme en otra parte

Cuando uno lee libros de historia tiende a olvidar que alguien estuvo ahí.