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Crítica de rmrobles


rmrobles
24 April 2020
La ausencia presente

Trece letras grandes de color blanco sobre un fondo rosa que ocupan todo el espacio de la portada, indican el título: Un lugar seguro. En la misma portada, en lo que podemos suponer que es una ventana, hay una mujer levantando una cortina; esta separa lo conocido –el interior, el lugar donde está la mujer– de lo desconocido –el exterior, donde no está ella–. En casos así, siempre recuerdo la frase de Lovecraft que inicia su famoso ensayo El horror sobrenatural en la literatura: “La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido.”

Lo desconocido está en todas partes, incluso en lo que creemos conocer. Lo cotidiano deja de serlo cuando se fisura y vemos otra cara de la realidad. Lo conocido brinda confort, lo cual es otra forma de hablar de lo seguro. Nos encontramos ante un título sugerente, aunque la aproximación que hemos hecho en el párrafo anterior ya puede darnos. El primer texto es clave para entender todos los demás; dice la autora en alguna línea de ahí: “refugiarse en un mundo propio”.

¿Hay lugar más seguro que el universo de la subjetividad? Desde este mundo interno, Olivia Teroba proyecta su escritura, en la cual, según entiendo, hay dos hilos conductores que unen las piezas que componen el libro: la intimidad y la melancolía. La primera la hemos esbozado; el punto de partida de la escritura es ese. Una anécdota o un recuerdo detonan la escritura. Mientras lo leía, sentí ecos de alguna otra lectura, más que nada porque hizo que yo evocara recuerdos. Por alguna razón, pienso en Ethel Krauze y su libro Cómo acercarse a la poesía, así como en Los pegasos de la memoria, de Beatriz Escalante.

En el primer texto de este libro, “Desocuparse”, una lectura inicial podría hacer suponer que trata sobre la experiencia que tuvo la autora cuando su hermano se fue a vivir con ella, quien vivía sola. Precisamente la ruptura de esa cotidianidad –la soledad– es lo que le hace a la autora pensar y repensar aspectos de su vida, la cual –aquí nos enteramos, aunque en realidad lo inferimos– está ligada a la literatura y a la escritura.

¿Lo inferimos? Así es. El tono casi de confesión no deja duda al respecto: es la narración de los escollos que tiene que sortear quien aspira a dedicarse a la escritura. Para mí, este es el motivo central del texto: el “acto de escribir”, el cual se ve rodeado por todo lo que pasa en el día. Líneas después, la autora reflexiona brevemente sobre la escritura y la literatura de género. Robert Graves, Virginia Woolf y Joana Russ –por mencionar unos nombres– aparecen para apuntalar los temas que toca Teroba.

En la parte final del texto, la autora retoma el tema del hermano que llegó a vivir con ella. La construcción del texto me hace pensar en la rima clásica de muchos tercetos: A-B-A. Me explico: La experiencia del hermano que llega a vivir con ella (A), El tema de la literatura y la escritura (B), Retomar la experiencia inicial (A). Dicha construcción puede encontrarse en varias piezas del libro.

“Desocuparse”, “Obra negra”, “Medir la tristeza”, “Presente simple” (un texto sobre Elena Garro) y “No viajaban solas” (una reflexión sobre la amistad) fueron para mí los textos más interesantes.

Cuando leí lo que pude encontrar sobre Olivia Teroba, me sorprendió que teniendo apenas 31 años ya tuviera una trayectoria literaria con premios en su haber. al empezar a leer este libro, noté que en una de las páginas iniciales decía que con este había ganado el premio estatal de ensayo en el 2018. Deliberadamente, a lo largo de estas líneas he omitido usar la palabra “ensayo”, porque como ya dije, una lectura superficial haría pensar que este libro no pertenece a dicho género. Se parece más bien a Murakami, a sus cuentos de Sauce ciego, mujer dormida. Pero en los cuentos del japonés no hay examen, no como en Teroba.

Montaigne, el inventor del ensayo, escribió al hablar de Demócrito y Heráclito que: “Es el juicio un instrumento necesario en el examen de toda clase de asuntos, por eso yo lo ejercito en toda ocasión en estos ensayos”, frase que nos hace recordar la que le atribuyen a Sócrates: “Una vida sin examen no merece la pena ser vivida”. de acuerdo con lo anterior, vemos que Un lugar seguro se enmarca perfectamente en el ensayo literario, no en el mecánico ensayo académico. Olivia Teroba hace exactamente eso: un examen de ciertos aspectos.

Cuando se va a iniciar una lectura de un autor que no se conoce, hay cierta reticencia expresa o tácita que nos impide abordar imparcialmente la obra; hablo por mí, claro. Dicha reticencia se desvaneció conforme avanzaba en la lectura; esta me resultó muy amena. Hablé de uno de los hilos conductores; la intimidad, la melancolía es el otro. Percibo un tono melancólico en la escritura. Son como si hablaran de una pérdida que va más allá de lo enunciado y que se va diluyendo en la cotidianidad de cada día.

Se va diluyendo, pero no desaparece. Supongo que esa ausencia siempre presente es la que nos hace buscar de vez en cuando ese lugar seguro. Parece ser que dicho lugar es, para Teroba, “la narración personal, la historia que nos contamos a nosotros mismos, la que da un frágil sentido a todo”. Yo agregaría que no solo es la que nos contamos a nosotros mismos, sino también que al volcarla en la escritura, se entabla el diálogo con el lector. Así que el sentido que se halla no solo es para la escritora sino también para nosotros, sus lectores.
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