Érase una vez un ángel y un demonio que se enamoraron. Pero su historia no tuvo un final feliz
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Érase una vez un ángel y un demonio que se enamoraron. Pero su historia no tuvo un final feliz
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-La belleza equivale a bondad, los cuernos y las escamas, a maldad. Es sencillo.
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Creo que siempre te encontraría sin importar lo escondida que estuvieras.
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No luches contra monstruos no sea que te conviertas en uno de ellos. Y si miras largo tiempo dentro del abismo, el abismo también mirará dentro de ti.
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Unos ojos perfilado con kohl en un rostro bronceado por el sol. Ojos color fuego con un resplandor de chispas que dibujaban una estela incandescente en el aire. Karou sintió una sacudida —no se trataba de un mero sobresalto, sino de una reacción en cadena que recorrió su cuerpo como un torrente de adrenalina—. Sus extremidades adquirieron la ligereza y la fuerza de un despertar, un enfrentamiento o un vuelo repentino, algo químico y salvaje. ¿Quién es? pensó al tiempo que su mente trataba de alcanzar el fervor de su cuerpo. Y ¿qué era? |
—¿Y que es real? —Si puedes matarlo, o te puede matar, es real. |
¿Te has preguntado alguna vez si son los monstruos los que provocan la guerra, o si es la guerra la que provoca monstruos?
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Te aseguro que cada día odio a más gente. Todo el mundo me irrita. Si ahora soy así, ¿qué pasará cuando sea mayor?
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Él no se da cuenta. Forma parte de la condición de monstruo no identificarse como tal. Es como el dragón que mientras estaba agachado en una aldea devorando doncellas escuchó a los campesinos gritar. «¡Un monstruo!», y se volvió para mirar.
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—No conozco muchas reglas para regir la vida -había afirmado-. Pero te enseñaré una muy sencilla. No metas en tu cuerpo cosas innecesarias. Nada de venenos ni productos químicos, tampoco gases, tabaco o alcohol, ningún objeto afilado ni agujas prescindibles (drogas o tatuajes) y, por supuesto..., ningún pene innecesario.
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Manolito ...