... y entonces me propuse distinguir tres tipos de memoria. La memoria de lo perdido: melancólica, inconsolable, con un inventario preciso de los daños y las pérdidas, consciente de que nada puede ser recuperado.
La memoria de lo recibido: ahíta, de sobremesa, satisfecha de lo que le echaron.
La memoria de lo que no fue: la que crea fantasmas a partir de lo visto, como el bosque que, en un cuento ruso, crece de repente en un campo virgen cuando arrojan un peine mágico en medio de él. El bosque del cuento ayuda a los protagonistas a escapar de una persecución. La memoria fantasma hace algo semejante con comunidades enteras, ayudándolas a esconderse de la realidad desnuda y sus corrientes de aire. Entretanto, el objeto de la memoria puede ser el mismo para todos estos tres tipos. De hecho, es siempre el mismo.