Durante un segundo, la multitud quedó muda, paralizada por la sorpresa. Por primera vez vivían en primera persona los horrores sobre los que tanto habían leído en los períodicos y que les había hecho acudir como buitres carroñeros a la escena del crimen. La anciana del sombrero [...] comenzó a soltar carcajadas histéricas salpicadas de grandes sollozos. Otras personas se retiraron a vomitar discreramente sobre el pavimiento.
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