Si las relaciones sexuales entre un adulto y un menor de quince años son ilegales, ¿por qué esa tolerancia cuando son obra del representante de una élite, un fotógrafo, un escritor, un cineasta o un pintor? Se supone que el artista pertenece a una casta aparte, que es un ser con virtudes superiores al que concedemos la omnipotencia, sin más contrapartida que producir una obra original y subversiva, una especie de aristócrata con privilegios excepcionales ante el cual nuestro juicio, en un estado de ciega estupefacción, debe hacerse a un lado.