La noche era oscura, opaca, titilante y lluviosa; estaba hecha de salpicaduras grises, de manchas lóbregas y de sombras tenebrosas.
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La noche era oscura, opaca, titilante y lluviosa; estaba hecha de salpicaduras grises, de manchas lóbregas y de sombras tenebrosas.
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Y, bien pensado, en esa casa y en esa montaña, y en todas partes, el tiempo siempre había hecho lo que le había dado la real gana.
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hasta el paso del tiempo acabó por olvidarla, y los añosla dejaron atrás, y dejaron atrás a las mujeres que la habitaban
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Parecía malvada, pero sólo era vieja
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-Se ha muerto- dijo, meditabunda y seria, porque uno solo se muere una vez.
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Lo entendió. Comprendió que todo tiene su precio. Y que el precio siempre es demasiado caro.
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Y, bien pensado, en esa casa y en esa casa y en esa montaña, y en todas partes, el tiempo siempre ha hecho lo que le había dado la real gana.
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La noche se había acurrucado en el interior de la masía como una alimaña y las sombras se paseaban sin pies por la casa. Cada rincón tenía su propia negrura, pesada, cavernosa y profunda.
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Lo entendió. Comprendió que todo tiene su precio. Y que el precio siempre es demasiado caro.
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Los herrerillos piaban con tanta fuerza que se oían desde la casa. Cantaban, alborotados, porque la oscuridad se los había tragado, como se traga todas las cosas, y después los había escupido, como está obligada a escupir todas las cosas, que se levantan entumecidas mojadas.
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¿Por qué decidió el Principito dejar su planeta?