Ahí, solo una cosa le queda al hombre para sostenerse en pie y no deshacerse en cenizas, no ahogarse en el limo del olvido de sí mismo..., del desprecio de sí mismo: dar la espalda tranquilamente a todo, decir: "¡Basta!" y, cruzando las manos impotentes sobre un pecho vacío, guardar la última, la única dignidad accesible, la dignidad de la conciencia de sí mismo como Nada; aquella dignidad que insinúa Pascal cuando llama al hombre "caña pensante", cuando dice que si el universo entero le aplastase, él, esa caña, aun así estaría por encima de ese universo, pues sabría que le aplasta, y el universo no lo sabría.
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