Cuentos rusos y otros textos

Suelo estar en un tira y afloja constante cuando se trata de leer cuentos o relatos. de hecho, son mayoría los casos en los que, bien por su brevedad, bien por su abrupto punto final consigue que asome ligeramente la decepción y en general la desgana. Este género es muchas veces una inversión de riesgo.

En esta ocasión he quedado bastante sorprendida; pero es que la literatura rusa no decepciona. Si hasta el momento solo os suenan autores como Tolstói o Dostoievski, este libro es una muy buena oportunidad para conocer a cuatro escritores que, a mi parecer, bien podrían aunar las claves para entender la personalidad rusa (literariamente hablando).

Nikolái Gogol, Maxim Gorki, Aleksandr Herzen e Iván Turguénev son las cuatro paradas que nos ofrece este profundo viaje por las letras rusas. Y si tuviera que elegir cuál de ellos es el que más me ha gustado, no dudaría en elegir a Herzen, que es curiosamente el que menos conocía.

Aun así, en todos estos escritores la palabra se erige como un monumento para la mente y como un paisaje para el alma. Uno tiene la sensación de estar leyendo siempre algo trascendente, de vital importancia para la humanidad. Una escritura elegante, críptica a veces, tierna y refinada.

La melancolía rusa es un grito en silencio en una cueva de estrechas y vibrantes paredes; una tristeza mágica y luminosa que comparten todos los personajes, da igual el cuento que sea y el autor que lo firme.

No obstante, suele decirse que el siglo XIX fue el Siglo de Oro para la literatura rusa, un siglo de arraigo romántico que comienza a ser consciente de que las tinieblas de la edad del cuerpo son las que nos hacen desviar la mirada, para posarla grácil y turbadamente en todo aquello que nos recuerda la felicidad propia de la juventud.

No solo hay belleza pura en estos textos, también hay crítica, cierto halo de superioridad, agudeza y un especial interés por el conocimiento del yo. Y, sobre todo, obsesión por el pasado y lo amado: un recordatorio de que el paso por la tierra es frío, fértil y cruelmente esperanzador.

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