Carmilla

Se trata de una novela corta escrita por Joseph Sheridan le Fanu en 1872, precursora del género de vampiros en la literatura (recordemos que nuestro famoso Drácula no vio la luz hasta 1897). El escritor se basó en la historia de la “condesa sangrienta”, Erzsébet Báthory, tan recurrente en las historias vampíricas, y que podríamos considerar por simplificar mucho, como el equivalente femenino de Vlad Tepes a Drácula. Y, de hecho, no son pocos elementos de la novela de Bram Stoker que bebieran de las fuentes generadas por Carmilla.

La historia acontece en las tierras de Estiria (Austria) durante el siglo XIX. Laura, su protagonista, narra sus vivencias a partir de un, al parecer, fortuito encuentro con una dama de alto rango (aunque secreto en este punto) y su hija, del que resulta que la segunda permanezca una temporada en el castillo en que Laura reside con su padre. Habiéndonos puesto ya el autor en antecedentes con un aterrador sueño que la protagonista tuvo durante su niñez y en el que se muestra el primer contacto vampírico, se suceden una serie de hechos tanto dentro del propio castillo como en sus alrededores que no le serán ajenos al lector habitual de este género en sus variantes más clásicas. El desarrollo es envolvente, genera la tensión que se espera de una novela de terror con un villano carismático que nos produce una cierta sensación de incomodidad y hasta de rechazo desde sus primeras apariciones en el relato. Igualmente Sheridan le Fanu es capaz de mantener ese suspense durante el desenlace de su obra y su capítulo final es una obra maestra y un precedente de lo que serán muchas de las directrices de toda la cultura popular en lo que se refiere a los vampiros.

La novela además posee un gran erotismo y es bastante curiosa la utilización de un amor homosexual en la época en la que escribe el autor. Si bien es cierto que con los ojos actuales no nos sorprende (ni debiera hacerlo) este aspecto de la novela, considero que la claridad con la que se muestra este punto no debió pasar desapercibida en la época y, en cualquier caso, queda patente que esa característica de las mujeres vampiro también ha quedado grabada en el imaginario popular posiblemente a partir de todas las obras (tanto literarias como cinematográficas) que se inspiraron en Carmilla o en aquellas vampiras que nos presentaba Stoker en el castillo de Drácula (que posiblemente también encuentran su inspiración en esta obra anterior). Igualmente, tanto el aspecto físico de la villana, su modo de actuar y otras consideraciones referentes al final y que no deseamos adelantar aquí, son los que se han perpetuado después hasta llegar a nuestros días como las características típicas de estos seres de la noche.

Para concluir, cabe señalar que posiblemente a día de hoy no nos sorprende en exceso lo que Carmilla puede ofrecernos pero, si lo miramos con unas lentes decimonónicas (al menos en la medida de lo posible), encontraremos un relato aterrador y adelantado a su tiempo. El ambiente que crea en tan pocas páginas es inquietante y algunas de las incógnitas que nos deja son frustrantes pero ¿acaso no es propio de los mejores autores dejar al arbitrio del lector la interpretación de aquellos detalles que quedan sin una explicación directa?