(…) hacía mucho tiempo que había dejado de soñar, de desear algo más. ¿Podría darse el lujo de volver a creer, confiar y entregar su corazón?
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(…) hacía mucho tiempo que había dejado de soñar, de desear algo más. ¿Podría darse el lujo de volver a creer, confiar y entregar su corazón?
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(…) Y es que él le hacía sentirse como una chiquilla, soñar e ilusionarse con algo que pensaba que no volvería a desear y sentir. ¿Era malo tener ganas de vivir una aventura? ¿O desear a un hombre? ¿O querer sentir de nuevo?
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Carmen era un torbellino, una mujer dinámica, graciosa y espontánea, muy diferente a las mujeres que solía tratar él. Y por primera vez en años, se sintió cautivado, atraído.
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(…) Un tipo majo con un cuerpo de escándalo la acababa de invitar y ella se había negado. Era para que le dieran de tortas hasta dejarle las huellas dactilares marcadas como un racimo de dátiles.
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Un cuerpo así debería estar prohibido, pero con esa cara, el hombre debería pagar un canon por provocar deseos impuros, obscenos y lujuriosos.
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