El nombre de William Shakespeare es mundialmente reconocido. Probablemente cada persona en el planeta lo haya escuchado a pesar de los siglos que lleva de difunto, pero la popularidad de sus numerosas obras prolifera y aumenta con el transcurrir de los tiempos. Quizá lo asociemos más a sus tragedias, pero la obra que voy a criticar es menos tétrica, dramática y más desenfadada y fantástica sobre otra cosa: El sueño de una noche de verano. Mezclando temas mitológicos tan característicos de Shakespeare y folklore, logra atrapar al lector. Si bien, como es una obra de teatro y sólo nos indican las salidas y entradas de los personajes además de los diálogos, nos debemos ingeniar y usar la imaginación para saber las emociones de estos, es una lectura entretenida, y además corta y fácil de leer. Hablando un poco más los personajes principales podemos añadir que nos producen todo un enredo: Hermia ama a Lisandro. Lisandro ama a Hermia. Demetrio ama a Hermia. Helena ama a Demetrio. Y yo creía que los triángulos amorosos ya eran difíciles. Y las cosas se van poniendo más difíciles a los enamorados con la intervención de las mágicas criaturas feéricas que habitan en el bosque y el bromista sin vergüenza Puck. Este y otros personajes fantásticos como la reina Titania y el rey Oberon van a resultar muy importantes para la conclusión de esta obra, porque todos tienen acá un papel en los infortunios y alegrías de los protagonistas, mas ninguno es forzado y estas intervenciones se muestran como meras casualidades por la forma tan desenfadada en que se desarrolla y concluye. Está no será otra de las famosísimas tragedias románticas del autor, pero no la hace ni un poco inferior en comparación con cualquier otra obra de este, y hasta me gustó mucho más que otras de mucho más reconocimiento y popularidad. |