Nigromantes, lectoadictos de lecturas en las que se mezcla, como un veneno silencioso, los rituales satánicos, las brujas. Amantes de lectura en donde la magia negra y de cualquier color cae como un aguacero sobre todo el puñado de personajes en esta historia. Benjamín Serrano es el autor culpable de esta historia. Licenciado en Periodismo y Psicología General Sanitaria e Hipnosis Clínica, lo que me resulta claramente identificable en las pinceladas que hay regadas en la historia que les reseño. En ella hay saltos temporales, de escenarios, de estados de ánimo y de nivel de fantasía, desarrollándose en localizaciones como Noruega, España, Venecia… Lo que acontece en ellos rememoran a las historias de pueblos adentrados en lo profundo del bosque, en una aldea que parece sacada de un cuento, de aldeas muy antiguas, en las que la brujería estaba a la orden del día. El miedo se instala en esos pueblos y la mayoría de los aldeanos te dan un silencio por respuesta cuando preguntas por algo que enterraron hace mucho tiempo. Un secreto que más adelante sorprende y aclara el silencio de todos ellos. Los personajes que forman parte de la trama bailan al son de lo que marca el protagonista, Queipo, un joven soñador e idealista que se verá enredado, sin remedio, navegando por el destino que el cazador de destinos desea para él. Un personaje siniestro, frío, calculador, tan antiguo como el propio mundo y que tiene el poder de destruir todo cuanto le rodea a su antojo, sin ningún atisbo de humanidad. Tuvo la desgracia de topar con él una noche cerrada en medio del bosque, o quizás estaba predestinado a encontrarse de una manera inevitable. Su mirada la ha puesto sobre el joven y no se dará por vencido para lograr tomar lo que para él es irrevocable, aunque para ello tenga que perseguirlo hasta el mismo infierno. A partir de ese día el joven deambulará para escapar de las garras del cazador y no enfrentarse a su fatal destino. Una joven entra en acción, Cristal, y es el detonante de cómo el protagonista intenta modificar su destino, llevándole a un final que intenta tener lo más lejos posible. Esta joven acarrea una desgracia desde su más tierna infancia y sin saberlo, está unida a la vida de todos ellos: aldeanos, Queipo, familiares; tan atrás en el tiempo que ni apostando acertarían a unir los cabos sin leerlo hasta el final. Analizando un pelín, este libro es un viaje por los valores que nos hacen capaces de ser seres racionales, empáticos, de ver más allá de lo que nuestros ojos nos devuelven, de amarse más allá de la piel, del afán de superación por recuperarse y hallar un equilibrio interno, aunque tengamos que autoengañarnos, negando lo evidente, pero la paz interior es algo inevitable que todos buscamos. Quizás el tiempo nos haga menos vulnerables al dolor ajeno y desconectar con un botoncito, pero hasta la fecha las formas de auto regenerar nuestra alma sea el bloqueo de ciertos pensamientos, ideas, recuerdos o lo que sea. La religión es otro tema que se toca, pero no de una manera de “rezo el ave María”, sino del poder que ejerce esta sobre las personas que buscan refugio. La paz interior de nuevo, es algo inherente en cualquier historia de fantasía, si no, ¿cómo vamos a hablar del bien y del mal si no creemos en un poder divino, superior, atemporal, y misericordioso que condena o salva? En ese sentido, el cazador de destinos me recuerda a una obra de Dante y sus nueve círculos del infierno. Concretamente en uno, (pero no diré cuál) y podría decir que el protagonista pasa por la mayoría de ellos, sino por todos. Una obra que merece ser exprimida, pues me resultó solo el vestíbulo de una más condensada, reposada y bien definida en lo que se atisba desde sus inicios. La fantasía, corre a raudales en el último tercio de la obra, con varios capítulos que devoré con ansiedad, haciendo cábalas de posibles desenlaces y que no di ni una. Atisbaba lo evidente, pero, creí que sería más retorcido y habría un giro que me daría un subidón de no te menees. Hasta yo me sorprendo cuando agarro el tranquillo y me dejo llevar por mi imaginación brujeril. En medio de tanta vorágine de huida y de magia oscura resalta la candidez que rezuma un paradero descrito, una isla, la isla de Fátima, que como San Borondón, algunos la han visto y a otros se les escapa tras una densa neblina, es el Edén que todos desearíamos encontrar para pasar el resto de nuestras vidas, lejos de los problemas, del ajetreo, de lo mundano y apreciando lo esencial, ser felices. Es una cajita de sorpresas este libro y auguro que si decide seguir tirando del hilo pueda crear una historia de fantasía muy suculenta ya que el final es abierto y deja libertad para crear. ¿Qué me faltó? Pues igual ser más perverso y dejarse llevar sin miedo a ser siniestro. Algún plot twist que no te deje decir, “lo intuía” al final de la historia. El final igual me desinfló un pelín, para mi gusto. + Leer más |