Mary Shelley: El sueño eterno

Cómo afecta a una niña que el inicio de su vida haya sido el fin de la de su madre, condenándola a crecer apartada de un padre, tan importante como ocupado, que la rodea de niñeras y de intelectuales, aunque, quizá no de la atención y del amor que todo niño necesita. ¿El resto de su existencia formará parte de ese nefasto impulso inicial?

Desde luego, sabemos que los momentos de felicidad irían de la mano de otros de una gran carga trágica y Mary Shelley (1797-1851), a pesar de ser hija de Mary Wollstonecraft (1759-1797), precursora del feminismo, la primera filósofa feminista de la historia, y de William Godwin (1756-1836), escritor, filósofo y político anarquista, no pasará a la eternidad gracias a ellos, si no a una criatura que se apoderó de sus sueños.

Mary Shelley. El sueño eterno (La otra h, 2021), con texto de Alessandro di Virglilio e ilustrado por Manuela Santoni, narra, en forma de novela gráfica, la especial biografía de la autora de Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), considerada inicialmente como novela gótica y, para muchos, la primera obra de ciencia ficción moderna.

A través de sus viñetas en blanco y negro, con simbólicos trazos en color rojo, asistiremos a los deseos de libertad de una Mary, quizá influida por la revolucionaria Vindicación de los derechos de la mujer (1792), de su madre. O puede que con ansias por escapar de una madrastra y un hogar que no considera ya como tal. Por ello, a sus diecisiete años, no duda en huir a Francia con que se convertirá en su futuro esposo, el poeta romántico Percy Shelley (1792-1822), que tras el suicidio de su mujer, por la que ya no sentía ningún apego, viaja por Europa en su compañía y la de Claire Clairmont (1798-1879), hermana de Mary por parte de padre, y la pareja de la joven, Lord Byron (1788-1824).

Será en el verano de 1816 cuando todos ellos se alojen en la ya famosa Villa Diodati, junto con el médico John Polidori (1795-1821) y, para distraerse en unas jornadas lluviosas, surge el desafío de escribir una historia de terror. Solo Polidori con El vampiro (1819) y Mary, con su monstruo, reflejo del miedo a lo diferente, crearán relatos que pasarán a la historia con diferente fortuna.

Los presagios de la fatalidad, que está por suceder, se cuelan entre las pesadillas de las pérdidas que Mary sufre al lado de Shelley, hasta la llegada de la tragedia final, que el lector vislumbra en el trazo de cada pesadilla. Y que sabe que, como en la vida, se harán realidad. Porque nacer y morir son las caras de una misma moneda con un giro imposible de detener.
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