El día que encendimos las estrellas

Solo puedo decir… ¡wow!

¿Sabéis cuando un libro tiene alma? Alma de esas que se te meten a ti dentro y te llenan, te ayudan a avanzar, a pensar, a sentir? Bien, este es uno de esos libros. No pesará veintiún gramos, pero tiene alma.

Obviamente me moría de ganas de seguir con la historia de Marina y Leo después de cómo terminó «La noche que paramos el mundo». Ese final desgarra. Y el inicio de este también. Y el medio. Y el final. Realmente es un libro que tiene nuestro corazón en un puño. Unas veces aprieta más y otras menos. Pero ahí está, ayudándonos a entender.

Porque sí, uno de los temas principales de este libro es el duelo. Pero no solo habla de eso, habla de miedos, de indecisión, de dolor, sanación, amistad, familia, secretos, dudas… No se deja nada en el tintero y cada palabra es tan certera que llena y vacía al mismo tiempo.

Marina. Dios. Gracias por poner palabras a lo que muchos sentimos con la pérdida. Ese vacío, ese círculo, esas ganas de empezar y no saber por dónde. Pero sobre todo por hacer real eso que hace que muchas personas no sepan poner palabras a sus sentimientos.

Leo… divertido, arrollador y roto, totalmente roto… Pero como dice en el libro: las flores de loto crecen en el barro. Sus grietas son dolorosas, pero verle poner remedio a todo lo que lo destrozó es… arrollador. Como él.

Este es un libro que te rompe, que te asfixia sin pretenderlo. Pero también te arregla. Y lo mejor de todo es que es un libro que superas página a página pero que siempre será esa tirita en tu corazón.

Sin duda la bilogía tiene un puesto de honor en mis estanterías.
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