Los hijos son como un espejo. En ellos ves tu final. Su presencia te advierte de él continuamente. Y mi infancia, feliz y tranquila, se aleja en el recuerdo y se convierte en la cara desgraciada de la nueva Mundeta.
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Los hijos son como un espejo. En ellos ves tu final. Su presencia te advierte de él continuamente. Y mi infancia, feliz y tranquila, se aleja en el recuerdo y se convierte en la cara desgraciada de la nueva Mundeta.
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Ella estaba hecha a base de pequeñas lealtades, mezquinas, sujetas a los instintos, como si el afecto, el amor o la amistad dependieran de una ciega relación mercantil.
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Gregorio Samsa es un ...