Garajado

Los hombres habían visto tantas veces a los niños jugar a la guerra con pistolas de madera que decidieron construir armas y jugaron a la guerra de verdad.

Los niños de ayer habían cambiado la pistola recortada en madera por un fusil de balas. Empezaba a comprobar con dolor que el mundo podía ser un lugar cruel y despiadado.

Está todo muy oscuro esta noche. Si la ilusión muere no habrá estrellas que iluminen el cielo.

Ahora tengo que aprender a vivir en el mundo que rechacé. Gritaré para dentro, me desgarraré.

Qué hago aquí? ¿Qué coño hago aquí? Solo las olas y yo. Eternamente yendo y viniendo. No se cansan rompiéndose en la costa. Antes las veía y no pensaba en nada. No me preguntaba cómo eran las cosas, qué había más allá de lo que vemos o tocamos. Antes vivía sin buscar respuestas. Miraba y no buscaba qué hay detrás de cada cosa.

Somos apenas una anécdota. Un cuento que los viejos relatan a sus hijos y que un día nadie volverá a contar... Entonces seremos olvidos. Dejaremos de existir. Ya no fingiremos más ser felices solo para no sentirnos tan desdichados. Ni siquiera seremos un caso que archivar.

El viento viene de no se sabe dónde y no necesita caminos; arrasa, se pierde en el mar, nadie lo detiene; las olas, que tocan otras costas, llegan hasta la orilla y nadie les pide documentos. Los garajados, las gaviotas y las pardelas vuelan libres sin que nadie las detenga. ¿Por qué el ser humano necesita tantas leyes?¿Por qué tanta opresión? ¿Por qué unos hombres han de mandar sobre otros? Siempre peleando, siempre usando armas en lugar de debates... ¡La guerra es una mierda! ¿Por qué las leyes no son iguales para todos?

¿Para qué sirven las palabras lunes, martes, miércoles, jueves? Si se confunden unos con otros. Olvidaré esas palabras, son inútiles. Solo hay luz y oscuridad.