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“— La ilusión no se come — dijo ella. — No se come, pero alimenta — replicó el coronel.” Mi quinto de Gabo. Tenía muchas ganas de leerlo, y más en esta preciosidad de edición ilustrada. Es de las primeras publicaciones del autor y sentía curiosidad. Su estilo es impecable y esta historia, por corta que sea, consigue transmitir esa angustia, ese desasosiego. Habla sin narrar, transmite sin decir. Me ha instado especialmente las referencias a Auteliano Buendía y Macondo, de «Cien años de soledad». Con todo, es el que menos me ha gustado pero siempre es un placer leerlo. |