-¿Tienes un brazo como el de Dios? -Preguntó repentinamente Neil, evidentemente citando algo. Se rió -No lo entiendo. -Es su programa -Había dicho Neil-. ¿Por qué no disfrutar con él? |
-¿Tienes un brazo como el de Dios? -Preguntó repentinamente Neil, evidentemente citando algo. Se rió -No lo entiendo. -Es su programa -Había dicho Neil-. ¿Por qué no disfrutar con él? |
-Hasta la ciencia -prosiguió- los humanos no éramos capaces de distinguir las afirmaciones buenas de las afirmaciones malas, más allá de la tradición y el propio interés. De modo que, ¿Por qué no fabular? ¿Inventarse cosas? ¿Por qué no elaborar sistemas de creencias que alimentan nuestra vanidad, nuestra necesidad de tener a todo el mundo en su sitio? No es un accidente que nos hayamos inventado miles de religiones distintas, cada una de ellas distintiva de una cultura.
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Toda la raza humana había pasado la mayor parte de su existencia viviendo en varios mundos de fantasía, rezando, arrodillándose, asesinando, vengando, todo en nombre de un sueño. Toda la humanidad engañada.
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Eso es lo que significaba ser "importante" para otro: ser incluido en el circulo de engaños que todo el mundo utilizaba para disculparse a sí mismo.
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-Bueno, ¿Qué pasa con el libre albedrío? Eso es una experiencia, ¿No es así? -Por supuesto. -Lo que significa que el libre albedrío es un producto de procesos neuronales. Una pausa cansada. -Debe serlo, supongo. -Entonces, ¿Cómo puede ser libre? Es decir, si es un producto, y lo es... podría enseñarte estudios de pacientes con daños cerebrales que creen que deciden todo lo que sucede, que creen que dominan las nubes en el horizonte, los pájaros en los arboles. Si la voluntad es producto de neuronas en funcionamiento, ¿Cómo va a ser libre? |
¿Por qué diseñar una máquina para leer pensamientos cuando lo único que tienes que hacer es cerrar algunos circuitos y hacer que el individuo te los lea en voz alta? Estupefacto, Thomas le miró fijamente. Neil, su mejor amigo, estaba diciendo que era de los malos. |
Gregorio Samsa es un ...