—¿Por qué se dedica con tanta devoción a la muerte? —preguntó ella. Augustin Rothmayer rio a carcajadas y cerró la tapa de la estufa. —Soy sepulturero. ¿Lo pregunta en serio? —Bueno, sí, otros sepultureros llevan los cuerpos a las fosas, los entierran, plantan flores sobre las tumbas… Pero parece que usted quiera saber algo más —repuso ella señalando la estantería—. ¿Por qué si no todos esos libros? Vivimos, morimos y nos convertimos en polvo. ¿Qué más hay que saber y estudiar? —Quien no entiende la muerte, no entiende la vida. |