Barro en los ojos

“Barro en los ojos” ha sido descrita como un “Élite” de extrarradio y, mientras en la forma puede resultar una descripción adecuada, al mostrar un mundo adolescente con pocos límites y escasa conciencia moral, en el fondo resulta un retrato mucho más profundo de parte de una generación que, por mucho que no quieran reconocerlo, son tremendamente vulnerables.

Alicia Balaguer es una alumna modelo: buena estudiante, obediente y sociable. Pero las apariencias engañan, y su desaparición y el posterior hallazgo de su cadáver semienterrado darán lugar a una investigación que sacará a la luz su compleja personalidad así como los secretos de todos aquellos que la rodeaban.

“Barro en los ojos” no es un thriller al uso, sino una novela negra de denuncia social, en la que la clave es el estudio de los perfiles psicológicos de los distintos personajes, personajes que se alejan de arquetipos y que son producto de sus circunstancias vitales, lo que hace que no se pueda hablar de buenos y malos. A lo largo de la novela la mayoría pasarán por distintas fases, mostrando los distintos tonos de gris que conforman su persona.

Se trata de una novela coral en la que la mayor parte de sus personajes se encuentran en esa etapa de la adolescencia en la que crees saberlo todo de la vida, cuando en realidad no tienes ni idea de nada. Este mundo está fantásticamente reflejado, tanto en su manera de expresarse, gracias al uso de jerga, como en la forma de comportarse e interactuar entre ellos. En estas relaciones la presión de grupo resultará crucial, llevando a algunos a actuar de determinada manera con el fin de no ser rechazados y sentir que forman parte de algo.

La historia trata temas como el acoso escolar, el abuso de sustancias o la falta de límites y expectativas en una juventud que actúa sin ningún tipo de conciencia moral, que los lleva a moverse en terrenos pantanosos, no dudando en justificar sus actos.

Otra de las cuestiones que plantea es hasta qué punto un padre conoce realmente a sus hijos. La falta de comunicación entre padres e hijos, y las distintas caras que estos muestran en función del ambiente en el que se encuentren, hace que muchas veces sean auténticos extraños para sus propios padres.

La novela arranca con una escena muy intensa en la que la crudeza de lo que relata contrasta con un uso muy cuidado, resultando incluso poético, del lenguaje. La investigación policial está en un segundo plano, y resulta un mero pretexto para ahondar en la psicología de todos aquellas personas que estaban presentes en la vida de Alicia, no dudando en escarbar durante los interrogatorios en la sordidez que envolvía sus vidas.

En la narración encontraremos un narrador en tercera persona, sesiones de terapia de la madre de Alicia y fragmentos del diario de esta, lo que sirve para dar una buena visión de conjunto de la auténtica personalidad de esta y lo que supone su desaparición y muerte. Los capítulos son un poco largos para mi gusto, y una narración que no se realiza de forma cronológica y lineal, hizo que por momentos la lectura me resultase un poco confusa, pudiendo encontrar en una misma escena varios interrogatorios simultáneos (incluso de diferentes momentos temporales), que requieren de todos tus sentidos a la hora de leerlo.

“Barro en los ojos” es una historia cruda, que explora una etapa difícil y que huye de juicios morales, que busca hacer comprender ciertos comportamientos adolescentes mostrando lo que subyace debajo de estos.

“Sobrevivir a un hijo, recuperarse tras su pérdida, es una traición a su memoria”

Cada vez son más los casos de abusos y agresiones cometidos por menores. Aunque nos cueste entenderlo, hemos dejado de sorprendernos. Ya ni nos preguntamos cuales pueden ser las causas, aunque a veces nos planteemos que haríamos de ser los padres de quienes cometen atrocidades que creíamos reservadas para el mundo de los adultos. ¿Deberíamos encubrir los actos de nuestros hijos ignorando el dolor de sus víctimas? ¿Lograríamos con ello darles una segunda oportunidad? El instinto de protección sería difícil de aplacar. Probablemente más para las madres que para los padres pues estas buscarían, a través de la exoneración de sus vástagos, su propia absolución por aquello que no pudieron o no supieron hacer mejor. Para ellas sería más sencillo culparse a sí mismas que admitir que hay un lado oscuro y desconocido en la personalidad de aquellos a quienes dieron vida.

¿Quiénes son realmente esos adolescentes que causan tanto dolor? ¿Los que creen conocer sus padres, los que ven sus profesores, o los que arropan y espolean sus amigos? ¿Son impermeables las distintas dimensiones de sus vidas? Puede que no sean ni ángeles ni demonios. Puede que sean personas sin la madurez suficiente como para gestionar toda la información y la libertad de la que disponen. Personas que carecen de límites claros y que atraviesan una edad difícil y cruel sin una ética definida. Y, volviendo a lo anterior, ¿De quién es la culpa? ¿De los padres que parecen no comprender? ¿De las madres que consienten y que no pueden saberlo todo ni estar siempre junto a sus hijos?

Me mojaré y diré que la culpa, en la mayoría de casos, es del sistema. de un sistema que hace que pasemos demasiado tiempo trabajando fuera de casa. Que nos empuja a ocuparnos de lo urgente antes que de lo importante, a priorizar nuestra sostenibilidad económica por encima de todo y que condiciona lo que hemos de darle y permitirle a nuestros hijos en función de cuál sea entorno y estatus social.
Entonces, ¿Somos todos inocentes? Por supuesto que no. Pero la gravedad de nuestros pecados se medirá a través de la subjetividad de los ojos de quien nos mire.

Barro en los ojos es una soberbia novela negra alejada de las estructuras habituales del género. Una obra coral que pone el foco en unos personajes imperfectos y magníficamente construidos que, sin poder tomar las riendas de sus vidas, toman las de la trama convirtiendo a los investigadores en meras herramientas casi invisibles para el lector.

Carmen Pineda se aleja también del thriller y sustituye la acción por un imparable torrente de sentimientos. Deja que sus protagonistas se muestren como son, que lleguen a nosotros sin condicionamientos previos. Evita caer en el maniqueísmo entendiendo que en la literatura (como en la vida), a veces es difícil separar buenos de malos, causas de consecuencias, víctimas de culpables.
La autora murciana logra, además, trasladar al lector hechos de enorme dureza empleando metáforas y enamorando con su prosa. Evita así que el morbo y el dolor fagociten a sus personajes. Y lo hace prestándonos su mirada, permitiendo que cada diálogo, cada declaración o testimonio, abra la ventana a un narrador omnisciente que solo nos cuenta aquello que estamos preparados para saber en cada momento. de esta forma, iremos descubriendo la verdad capítulo a capítulo, capa a capa, hasta cerrar el círculo en cuyo centro está la muerte de Alicia.

Barro en los ojos es intensa, hermosa, cruda y actual. Una obra repleta de ojos que no quieren ver y de bocas que prefieren callar. de las que hacen que uno sienta que no está leyendo ficción y de las que ayudan a comprender el mundo en el que vivimos.

El I.E.S García Márquez es el lugar en torno al cual gira un universo con reglas propias y complejas relaciones entre estudiantes, padres y profesores. Y las páginas de este libro, un agujero negro que os atraerá para conduciros a una dimensión en la que no veréis el mundo de los adolescentes de la misma forma. ¿Os atreveréis a dejaros atrapar por su gravedad?

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La muerte de Alicia, una adolescente de solo 16 años, es la excusa que le sirve a la autora para profundizar en los problemas de un grupo de jóvenes: el acoso escolar, la pérdida de valores cuando lo has tenido todo, la frustración, los conflictos familiares, las drogas como evasión... Porque la historia es propia de la novela negra pero encierra también una profunda carga crítica y denuncia social.
Los personajes están muy bien definidos. Los conocemos por sus actos y por sus pensamientos. Y es que la novela enfoca la realidad desde la percepción íntima y subjetiva de sus personajes. Cada capítulo se centra en uno o varios personajes que imponen su visión. El narrador en tercera persona no tiene una omnisciencia plena, sino selectiva, y esto permite dosificar la información para mantener la intriga. Porque, pese a la crítica social, Barro en los ojos es sin duda una novela negra con todos los ingredientes del género: intriga, suspense, un ritmo frenético, misterio y muchas preguntas por resolver en torno a múltiples personajes que se presentan como sospechosos del crimen.
Otro acierto de la novela es su estructura coral porque permite la alternancia de múltiples puntos de vista. No es una novela maniquea de buenos y malos. Hay muchos matices, sombras y luces en casi todos los personajes.
Cabe destacar la impecable narrativa, de gran solvencia, con un estilo literario muy cuidado. Admirable el uso del lenguaje figurado.
Una novela, en definitiva, para leer despacio o para releer, ya que la lectura es absorbente, te atrapa desde el primer capítulo y no te deja abandonar el libro hasta que lo acabas.