La ciudad despertaba torpemente, con desgana, como si un escalofrío recorriera la médula de sus viejas piedras. Quiso retener la noche entre sus callejones y no pudo: algo malo venía de lejos y ella lo intuía, con su sa- ber de siglos. Y al avanzar las horas, sentía crecer el mal y extenderse por las calles como un tósigo por las venas de un cuerpo.
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