—¿Puedes mirar la carretera? —La estoy mirando. —Me refiero a la que tienes delante. Se rio. —Deberías aprender a relajarte. —Lo tengo pendiente para cuando baje de tu dichoso «limón». |
—¿Puedes mirar la carretera? —La estoy mirando. —Me refiero a la que tienes delante. Se rio. —Deberías aprender a relajarte. —Lo tengo pendiente para cuando baje de tu dichoso «limón». |
La sangre no es la que determina cuánto amor debes sentir por alguien.
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Hacía tiempo que había comprendido que el chico de limón era mi verdadero hogar.
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—Porque siempre encontraré una excusa para quedarme —espeté—. ¿De qué sirve posponer algo que es inevitable? Y, por favor, vamos a disfrutar de nuestros últimos minutos juntos.
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—¿Lo ves? Te vas a hinchar a vender libros.
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—Sinceramente, a la chica de las flores no le pega ser tan negativa. Además, eso no lo sabes porque en la vida no hay escaleta que valga. Puedes planificar cuanto quieras, pero seguro que termina ocurriendo algo que te obligará a reescribir todo el capítulo. Quizá la historia entera. Un volcán en erupción, un chico que hace limonada… Lo quieres, Noa. Y lo demás no debería ser tan importante como eso.
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Uno no viene a vivir la dolce vita en deportivas.
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—Lo que pasa es que los escritores tienen un sexto sentido, Fran.
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El amor no nace de forma espontánea debido a unos genes, después de todo.
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—Pero eso es lo que hacemos las personas que nos queremos. Nos preocupamos las unas por las otras. Negarme ese derecho es inaceptable.
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¿Cuál es el órgano que trasplantan a Cora?