El viento soplaba entre las ramas de los árboles y en el jardín de la puerta de al lado un hombre que no conocíamos estaba barriendo las hojas del suelo. Nuestra madre no le había saludado. Introdujo la llave en el cerrojo. La giró dos veces. Oímos un golpe seco y luego la puerta se abrió de par en par y ella se quitó el sombrero y entró en el vestíbulo. Después de tres años y cinco meses estábamos por fin y repentinamente en casa.
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