El retrato de casada

Lucrezia podría ser una niña más que se desliza entre sus hermanos para escuchar los susurros de palacio, para fundirse con los pasadizos que nadie conoce, para demostrar que, a pesar de ser mujer, tiene derecho a vibrar. Ella sueña con acariciar el lomo de una tigresa, con pintar la mirada de los pájaros. Sueña con un amor como el que se profesan sus padres, con ser invisible.
Pero Lucrezia no es una niña como las demás. Es una niña convertida en mujer por obra y gracia de un duque consentido, por el peso de su apellido, por la llamada del deber.
Lucrezia debe callar mientras observa. Demostrar que puede hacerlo, que está hecha para sobrevivir.
La Lucrezia que mira desde su retrato no es la verdadera. Aquella se quedó en Florencia; la hija, la hermana, la niña eterna que solo quería pintar.

***He leído muchas reseñas sobre este libro. Algunas de ellas dicen que esta historia supera a Hamnet. Yo no lo creo. Hamnet es muy difícil de superar. Pero sí creo que leer a Maggie O'Farrell es una necesidad para mí y para muchos, que nadie como ella es capaz de hacer de un personaje una persona completa y emocionante, que las imágenes que nos regala son inigualables. Y que pone sobre la mesa lugares a los que las mujeres nunca deberíamos regresar. Pero que existieron. Que en algunos sitios existen. Y que eso nos hace entender por qué personajes como Lucrezia deben rebelarse.