De pronto Marijke pensó que el cementerio semejaba un teatro antiguo: la obra era la misma, pero los trajes y peinados se habían actualizado.
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De pronto Marijke pensó que el cementerio semejaba un teatro antiguo: la obra era la misma, pero los trajes y peinados se habían actualizado.
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La buscó repetidamente en Google, pero ella era una de esas criaturas raras y delicadas que conseguían existir únicamente en el mundo real.
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Su mundo privado era un asunto delicado. Exigía fidelidad absoluta, así que permanecían vírgenes y esperaban.
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Tenía la sensación -que empezaba a resultarle muy familiar- de ser ridículamente joven y muy del Medio Oeste norteamericano.
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-La vida del hombre es como la hierba: brota como una flor silvestre, y tan pronto la azota el viento, deja de existir y nadie vuelve a saber de ella.
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