Brevedad, concisión y maestría. Una pequeña joya literaria que no alcanza las cien páginas pero que logra llegar al lector de manera profunda y certera. No es la primera vez que Irène Némirovsky me demuestra con creces su habilidad para cargar de emoción e intensidad un texto que se lee en un suspiro pero cuyo mensaje cala hondo. “Nieve en otoño” (1931) me trasladó hacia los profundos surcos cavados por la nostalgia y la añoranza hacia la tierra natal en el alma humana. “El baile” (1929) ha reafirmado mi interés y admiración por esta autora ucraniana afincada en Francia desde su juventud. “El baile” es una radiografía del París más superficial, contradictorio y vanidoso. Los Kampf representan el ideal de familia burguesa, de “nuevos ricos” que creen tenerlo todo pero que carecen de lo más importante: corazón. ¿Qué importan las heridas psicológicas que puedan dañar a su hija si obtienen su ansiado —y vacío— puesto en la escala social? Antoinette es una joven de catorce años que aprende “a marchas forzadas” a convivir en una sociedad absurda en la que el lujo y las apariencias apuntalan un mundo precario, acomodado y estancado. La celebración de un gran baile organizado por sus padres se convierte en un hecho insólito y en el empujón que la protagonista necesita para rebelarse contra su madre y su entorno. Irène aborda la complejidad de las relaciones materno-filiares, la necesidad de respirar, de intentar ser feliz y de nadar a contracorriente en un mar agitado por el ansia de poder y de reconocimiento social. Una crítica mordaz salpicada de elementos dramáticos que nos enseña lo paradójico e irracional de la vida desde la visión de una niña que se encuentra en la puerta de entrada a la edad adulta. Un libro que recomiendo sin lugar a dudas. |