El pececillo que fui de niña se ve a veces sorprendido por pensamientos intrusivos cuando, ya de adulta, me imagino qué pasaría si un tiburón o una corriente marina me hicieran desaparecer. Cómo sería esa angustia, ese sufrir, hasta la nada. Y luego una ola más fuerte que las demás rompe sobre mis muslos y sigo avanzando mar adentro. Algo así siente la capitana protagonista de esta pequeña y bellísima historia. Hecha a sí misma y curtida por la mar, decide dar un momento de respiro único e irrepetible a su tripulación permitiéndolos bañarse en alta mar. Pero a partir de ese momento, todo será distinto. El grupo, que funcionaba como un todo, se rompe en pedazos; aparecen las desconfianzas: y si una ola nos traga, y si algo va mal y ella no nos rescata, y si el barco naufraga, y si esta niebla no se disipa nunca, y si ella no está tan cuerda. Desconfianzas que le llegan a ella, la capitana, la que siempre ha de mantener la calma, la que debe respirar y contar hasta diez, la que toma las decisiones, la que preferiría perder todo contacto humano antes que no volver a navegar. Admiro mucho a autoras como Mariette Navarro que consiguen escribir libros brevísimos (136 páginas en este caso) que encierran mundos tan grandes donde caben lo íntimo y lo universal; en los que nada ocurre pero falta el aire; en los que lees como metida en una burbuja. Relata el mar como inspiración y como pesadilla; el barco como casa y como monstruo; la tripulación como familia y como extraños. Y todo está salpicado por un realismo mágico que no empacha, sino que da sabor. ¡Qué alegría toparse con pequeños desconocidos que guardan espacios siderales! Qué placer las editoriales independientes que no tienen miedo de jugársela. Me ha encantado este pequeño gran viaje en el que no sabía si encallaría o conseguiría pisar tierra firme. Ojalá vosotros también queráis descubrirlo y disfrutar de la travesía. + Leer más |