Este libro es un ejemplo de ocasiones en las que no nos debemos dejar llevar por la portada. Hay un dicho inglés al respecto. El texto de la faja promete mucho: MacCarthy, Lorca, Tarantino. Con semejante presentación, resulta irresistible. Pero, para empezar, el libro no es un western, en tal caso son varios. Es una colección de relatos y no una novela, cosa que me hubiese gustado saber con claridad antes de comprarlo. No porque no me gusten los relatos, que sí me gustan, sino porque yo no leo relatos del mismo modo que una novela y durante las primeras historias, dado que el tono narrativo es el mismo en todas ellas, estuve muy perdida tratando de entender a los personajes pensando que esa primera persona era la misma. Y todos los relatos tienen el mismo sabor a sangre, seca y fresca —en efecto, muy Taratinesco— a polvo y a dolor. Pero son todas muy parecidas. Les falta contexto, lo cual seguro que está hecho con intención, pero al final me da la misma sensación que cuando una amiga un día me dijo: “Tengo un secreto, pero no te lo puedo contar porque es un secreto”. Mi amiga tenía mi edad, o sea, en aquel entonces más de 40 años, por si alguien se cree que hablo de una compañera de clase en el cole. Así, por ejemplo, la barbera recibe una única carta, que la deja conmocionada y la quema, y nadie nunca sabe cuál es su secreto ni aquello que la impulsó a venir a ese pueblo a abrir su negocio. de lo único que el lector puede estar seguro es que no va a acabar bien porque ya lleva leídos unos cuantos relatos y en todos todo el mundo sale mal parado. Para mí que le falta profundidad y contextualización, y le sobran promesas incumplidas. Las historias en sí no es que estén mal porque son muy impactantes leídas por separado, pero el libro en conjunto no parece tener mucho sentido para mí al menos. Y mira que me gusta Tarantino, Lorca, MacCarthy. + Leer más |