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Crítica de Imp


Imp
23 January 2022
OJO Anagrama tiene otra edición con una portada diferente y con el texto íntegro y comentarios muy útiles.
mpiezo con una reflexión personal y posiblemente controvertida, pero no tiene afán de análisis serio de la obra, sino que se trata de lo que a mí me transmitió. La historia se desenvuelve en los años 50, donde se empezó a gestar un fuerte cambio para la mujer (no así en España, que vivía en la burbuja del franquismo). En nuestro país, tal vez podamos compararlo con los 80, donde la época del destape se hizo más patente y, por mucho que digan los expertos, ridícula. El libro me hizo pensar que cada vez que hablamos de liberación de la mujer, la historia se convierte a la fuerza en el deleite del hombre (en un sentido amplio para entendernos, no quiero que nadie se ofenda). Es como si el hombre sucumbiera al deseo de liberación de la mujer para indicarle a ella cómo hacerlo y así sacar provecho de la nueva situación. de este modo, se le dice a la mujer hasta el día anterior reprimida cómo tiene que vivir su sexualidad. al final, esos primeros pasos de la liberación de la mujer no dejan de producirse de forma torpe en un marco patriarcal. No sé cómo se hace, pero para mí (es mi opinión personal) ocurre. En el libro, pensemos, por ejemplo, en la “vanguardista” escuela en la que Humbert Humbert matricula a Lolita. En el marco de la modernidad, lo que hace es más de lo mismo: preparar a las chicas para satisfacer a los hombres.
La niña Lolita está cosificada: su nombre se simplifica a Lo, a veces Dolly (muñequita en inglés), pero ella firma como Dolores, su nombre completo con todas sus sílabas. A menudo se le compara con un perro, una mascota, una zorra, pero pese a la indiferencia de Humbert Humbert, llora todas las noches. Lolita duele, por eso es Dolores. Y eso que el narrador presenta su pena tamizada, como la luz minimizada que entra por los diversos tipos de persianas de los muchos hoteles que visitan. También duele al lector/a y puede que esa manera fragmentada que presentar a Lolita nos produzca un efecto más doloroso.
Él, el narrador, es un pedante, sobre todo en la segunda parte que en su periplo desde los márgenes de los hoteles de carretera pretende mostrarnos, a través de un europeo, a una América del Norte que por muy grande que sea y por muchos escondrijos o madrigueras que ofrezca por su mera extensión, es finita y termina delatándolo. 
A excepción de la referencia a Alicia en el País de las Maravillas (Lewis Carroll se supone que fue un pedófilo), no hubiese captado ni entendido muchas de las referencias, de no ser por las notas de la traductora de la versión de la editorial Anagrama, por cierto, excelente.
Sin duda, es una lectura incómoda, pero tiene mérito que un personaje repugnante y pedante desde el principio consiga sostener la atención del lector hasta el final.
Me resulta interesante que yo guardase en la memoria la idea de que Lolita era una seductora y el pobre Humbert, una víctima, tal vez por la versión cinematográfica. Me hace pensar que ello se debe a que la palabra lolita pasase a formar parte del idioma para significar “menor de edad que seduce a los hombres”, al igual que donjuan quiere decir seductor mujeriego. Y todo ello me enfada como mujer porque el libro no muestra a ninguna seductora, sino a una niña abusada, y aún así, lo que nos queda en el imaginario colectivo es que una niña puede seducir a un "pobre hombre martirizado e incapaz de luchar contra sus instintos más primitivos". Creo que Lolita necesita una buena revisión, sobre todo en los medios que popularizaron lolita como un concepto de niña-mujer.
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